Me estoy empezando a acostumbrar en demasía a esto del blog, igual debería romper la monotonía con una semana dedicada a los deportes de riesgo o algo así, sólo para ver como reacciona la gente. De momento, no obstante, seguiré con mi mecánica habitual, así que, si ayer tocó poema, hoy hay autopsia en el menú. Bon appétit. (1 página)
Historia: Este poema lo escribí en una cafetería a la que voy mucho y que se encuentra en la ciudad donde, si bien no nací, si pasé buena parte de mi infancia y toda mi adolescencia. Es el lugar al que voy con mis amigos y amigas, pero nunca con ninguna novia, a excepción de la leona, que fue quien me descubrió el lugar en cuestión. Esta política de dividir los espacios de ocio me ha sido muy práctica a la hora de evitar aquellos incómodos encontronazos tras la ruptura, y así poder desaparecer por completo y de un modo elegante.
Sea como fuere, el caso es que recordé, en mitad de un ataque nostálgico-depresivo de rutina, los ánimos infundados que me daba siempre una antigua compañera de estudios y relativamente amiga, y como habían sido palabras vacías que sólo buscaban fomentar la simpatía hacia su persona. Básicamente dichos ánimos venían por temas relacionados con la esfera sentimental y artística, si es que a lo que escribo se le puede llamar arte. Obviamente eran palabras vacías y faltas de todo realismo, y si bien nunca las creí, todo termina por hacer mella en la persona, en vano.
Nacimiento: La imagen original de la que partí para escribir este poema fue la del jardinero, un viejo conocido de mi poesía, encontrándose que tras cultivar un rosal durante cierto tiempo se encuentra con que es un rosal de rosas negras. En origen no había pensado en ninguna planta pero creo que en el poema me decanto por las rosas al decir las flores con forma de rosa. Esto se debe en parte a la casualidad, y en parte a que para mí las rosas representan aquellas cosas que aún anhelándose no se pueden conseguir jamás. Las rosas son el símbolo del amor platónico e inalcanzable, de ahí todo lo concerniente a “mi” rosa.
A partir de ese punto la contraposición entre un sueño verdadero, que implica mucho más sufrimiento, un lento desarrollo, y escasas alegrías, con la de las falsas esperanzas alimentadas por un ego exacerbado o, como en este caso, la adulación ponzoñosa e infundada, vino por sí misma a mi mente.
Curiosidades: Lo cierto es que muy pocas, además del hecho de que tanto este como el poema del viernes, los escribí en una cafetería, la que describo antes, de donde saqué a la camarera para la serie de relatos en la que estoy trabajando, a la que fui para hacer tiempo mientras esperaba a que fuera la hora para otro compromiso, de índole familiar. Pensaba escribir el relato que en teoría publicaré el próximo miércoles.
Al poco de escribir el poema me contaron que la rosa autóctona de España, de donde soy, es precisamente un matorral con grandes espinas y escasas y diminutas flores. Ello me resultó bastante gracioso, al final, tal y como suponía, esta es una buena tierra para los sueños que no llegan a nada.
Y hasta aquí esta autopsia, espero que estéis teniendo todos un martes muy productivo, si alguien me ve, que me recuerde que en realidad debería estar trabajando en los temas de la universidad.
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Autopsia de “Flores negras de esperanza” — 2 comentarios