Autopsia de «Luz de luna en la orilla»

Prometo no colgar más poemas sobre «mi» rosa en una temporada, los de esta semana han venido a cuento de que los nombraba en la primera entrada y me parecía un poco raro si no estaban en el blog. (1 página)

Historia: Este poema fue un encargo encubierto, por llamarlo de alguna manera, por parte de “mi” rosa, eterna enamorada de la luna, acerca de un paseo que estuvo dando por la playa. Digo encargo encubierto porque no me fue pedido explícitamente, sólo me contó la historia y creo recordar que estaba intentando escribir, o mejor dicho quizás componer, algo ella misma, de modo que no pude resistirme. Lo cierto es que terminó por haber más de confusión mental propia que de lo que se pretendía contar pero c’est la vie.

Nacimiento: Este es uno de aquellos poemas que se cocinan más que meditarse, es decir que surgen de la cocción de los distintos ingredientes hasta formar una masa relativamente uniforme llamada poema. En este caso dichos ingredientes son: La luna, la playa, y por supuesto “mi” rosa, el ingrediente estrella de la semana. Al cocer estos ingredientes en la olla algo herrumbrosa y extravagante que es mi mente obtenemos las principales imágenes de este poema: Un amante incapaz de comprender la magnificencia de su amada y que sólo ve el cuerpo (adoro a ese tipo de amantes, dan tanto juego…) alguna otra escena de amor no correspondido, y un par de manifestaciones de la luna como metáfora del poder femenino y la manipulación del amor, se sazona al gusto, el mío en este caso, con una pizca de sueños rotos y tenemos un poema listo para comer. Lo cierto es que, como se ve más abajo el resultado y los ingredientes originales no tuvieron nada que ver, pero ¿no es eso lo maravilloso de la poesía?

Curiosidades: En realidad la escena que se me describió ocurría durante el día, el hablar de la luna era de otro momento de la conversación, y la playa… con eso acerté. Lo cual nos viene a demostrar que cuando un poema aparece en la mente de un poeta no tiene motivo para parecerse ni en lo más remoto al resultado final.

Y lo cierto es que no mucho más. La iconografía es bastante sencilla y como ya dije en su momento viene a ejemplificar de una forma más sencilla y comprensible la que encontramos en el poema de la rosa de cristal encantada. A veces hay poemas sencillos, y este es uno de ellos, y a mucha honra, ya que me ahorra tener que escribir 2 páginas para explicarlo.


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