Autopsia de “Sol de primavera”

La última autopsia de esta saga que llegaba ayer a su fin. Lo cierto es que estoy muy contento de haberla terminado, ya que en muchos momentos pensé que no sería capaz de hacerlo y, bueno, siempre está bien equivocarse en este tipo de cosas. En esta autopsia hago un repaso por el conjunto de la saga, amén del acostumbrado repaso al relato en sí. (1 página)

Historia: Como todos sabéis el primero de los relatos de esta saga fue escrito con la simple y mundana intención de practicar un poco la escritura. En un primer momento no tenía vocación de convertirse en nada más que no fuera el puñado de páginas garabateadas digitalmente que lo componían. No obstante los personajes presentes en ese relato, incluida Jacqueline en cierto sentido, pedían a gritos una continuación, de modo que no me quedó más remedio que concedérsela. A partir de ahí todo fue bastante lineal, la historia en sí misma no era muy compleja ni tenía ninguna subtrama, por lo que no me resultó en exceso complicado idearla. Harina de otro costal resultó cada relato en sí mismo, la pequeña historia en cada uno de ellos que terminase por narrar, en su conjunto, la historia que tenía en mente me resultó algo más complejo. En un primer momento la idea era que las tensiones entre Elías y Jacqueline, lo mismo que el duelo entre Jacqueline y el doctor por controlas a Elías, fueran más detalladas y ejemplificadas, idea que tuve que terminar desechando por las complicaciones que traía. Además teniendo en cuenta lo exiguo de la trama, consideré que una exhaustividad excesiva en ese punto no llevaría a ninguna parte.
Pero en realidad la mayor dificultad fue la impuesta por la lucha interna entre la pereza y la falta de concentración y…. esto… bueno en un enfrentamiento no son necesarios dos bandos. El caso es que terminé por vencer y terminar, no sin retrasos y demoras, la saga de relatos que se creó a sí misma.

Sobre este relato en concreto, no es más que el cierre y la despedida de los personajes. Y vivieron felices y comieron perdices, o pollo, lo que estuviera de oferta en aquel momento. La derrota de Jacqueline, la “muerte” de las alucinaciones, el amor entre Elías y mila, y la vuelta al trabajo. Todas ellas eran cosas que era obvio que iban a suceder, pero que necesitaban ser narradas. Y ahí es donde nace este relato.

Nacimiento: Poco puedo decir sobre cómo fui escribiendo todos los relatos. Lo cierto es que el descubrimiento más interesante es el hecho de que poder ir comentando la trama con otra persona, en casos desesperados incluso Monti es un tertuliano válido, ayuda a que esta se forme en la cabeza de uno y termine por escribirla. Por lo demás algunas escenas se me hicieron más cuesta arriba que otras, pero nada hay reseñable.

Sobre este último relato, lo cierto es que no me planteó particulares dificultades. Me bloqueé cuando tenía escrita la escena de oficina, que me pareció tan tópica como imprescindible, y parte del diálogo final entre el detective y Jacqueline, fragmento que llevaba un mes sobre mi mesa y escena que llevaba otro tanto en mi cabeza.

Gracias a un fallo de RENFE que vaticinaba retrasos considerables en los cercanías tuve que coger un regionales (con lo cual tuve que ir más lejos y volver luego, evitando el punto conflictivo) y allí pude terminar de escribir la escena hogareña del relato. El resto del final fue lo último que escribí, la noche antes de colgarlo.

Curiosidades: Las dos escenas finales, la hogareña y la que tiene lugar en el bar, llevaban en mi cabeza bastante tiempo, y aunque en origen iban en el orden inverso, el relato terminaba con un diálogo algo distinto entre el doctor y Elías, me pareció que la escena, algo más dramática, del bar, se prestaba mejor para ser el cierre.

El hecho de que Jacqueline entrara durante la comida a intentar seducir a Elías fue una idea de Monti que rechacé en un primer momento. Más tarde, habiendo escrito sin pretenderlo, la pequeña escena en la que comen, me pareció que podía ser gracioso, y lo incluí.

Sobre la generalidad del relato, no puedo terminar sin hacer una mención especial a Bernie Jones, el detective estereotipado que salió de las sombras de los pasantes para convertirse en un secundario, al menos para mí, muy querido. En el relato en que aparece lo incluí como parte del decorado en realidad por lo estereotipado del ambiente. Ya en ese momento noté que tenían él y Jacqueline una cierta química que quería explotar, aunque no sabía si cuajaría. Sé que suena raro teniendo en cuenta que yo lo escribí y cree la química entre ambos, pero lo cierto es que fue algo con lo que me encontré según iba escribiendo. Hay que decir que cuando pienso una historia sólo tengo la línea general y algunas escenas en la cabeza, de las que muchas veces sólo tengo o bien la línea general, o bien un pequeño fragmento de la misma. El resto me va surgiendo sobre la marcha. Esto hace que, si bien antes de escribirla tengas que pensar un poco cómo va a ser la escena, puedas encontrarte con cosas que no tenías previstas, cómo que aparezca un personaje de relleno, o que resulte que tiene química con uno más central y que por tanto reclame protagonismo. En todo caso fue durante la escena de, por así decirlo, baile, en el relato de Bajo los focos, donde me di cuenta de que hacía falta una escena final como la que finalmente ha habido, valga la redundancia.

Y hasta aquí llegan las palabras y las páginas que ha dado de sí un inocente ejercicio de escritura para pasar la tarde en una bulliciosa metrópolis a orillas del mediterráneo.


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