Bajo los focos

Este relato, la tercera parte de una historia mayor (primera y segunda parte) se lo dedico a la princesa de trigo, es rubia, es tarde ya, y no me apetece pensar un apodo mejor, en respuesta a su relato herótico-amoroso. Como siempre desde el afecto y el respeto a una gran mujer… y ya sin más dilación, el relato. (2 páginas)

Bajo los focos

Elías se sentó frente a la mesa de su comedor, con el inmenso DIN A3 frente a sus ojos sin saber exactamente que hacer. En un primer momento empezó a tirar líneas al azar, como perfilando un edificio, pero terminó por borrarlas. Después se decidió a realizar un paisaje de naturaleza, pero los ciervos parecían resistírsele. Finalmente rompió la hoja ya completamente emborronada y se puso a leer un rato, sin recoger la mesa, el último libro que le había recomendado su médico. En este caso se trataba de un libro de aventuras muy ricamente ilustrado sobre un par de campistas que se pierden en la que ellos creen es la profundidad de un peligroso bosque, hasta que son rescatados por el guardabosques local y descubren que a penas estaban a media hora de sus cabañas. La dimensión psicológica del libro resultaba fascinante para Elías, y las ilustraciones, a lápiz y en blanco y negro, transmitían a la perfección las sensaciones y formas de ver el entorno de los personajes centrales.
-¡Un puente!- Exclamó Elías agitando el mortecino aire del atardecer. Debía de ser el Golden Gate, hay puentes más largos, más caros, más complejos, pero ninguno tenía ese encanto romántico que confieren los remaches y el metal de la revolución industrial. Elías cogió una lámina y un lápiz del HB de madera de cedro, siempre lo había preferido al enebro, aún cuando nunca se lo había dicho a Mila, y se quedó un rato pensando. Después pensó que la mejor perspectiva probablemente sería una diagonal desde uno de los lados, en picado, y se decidió a crear también un inexistente e imposible mirador, ya que quedaría en mitad del mar, desde el que la imagen estaría siendo tomada.

Jacqueline despertó y el local estaba abarrotado de gente a la que nunca había visto. En realidad, quizás abarrotado fuera una exageración, había diez o doce personajes a los que nunca había visto, amén de los habituales, y la mirada sin cuerpo, que seguía en el mismo rincón, escribiendo calladamente. En el escenario una multiplicación bromeaba sobre el hecho de que su novia acababa de dejarle en un hilarante soliloquio.
-¡Mi princesa! desde que llegó aquel tipo esto se está llenando de gente, si fuera un local real con dinero real estaría encantado- Dijo el camarero poniéndole a Jacqueline una copa de algo fuerte y más bien dulce, la ventaja de ser una alucinación es que la cirrosis se convierte en algo bastante ajeno a uno. Jacqueline disfrutó del final de la actuación de la multiplicación mientras observaba al resto de la audiencia del bar. Por primera vez desde que existía, el extraño desconocido se levantó y acudió a la barra, pasando junto a Jacqueline sin mirarla siquiera. El camarero quedó paralizado por la mirada del desconocido que se sirvió un zumo de melocotón con sus propias e inexistentes manos y se volvió a la mesa sin terciar palabra.
-Tranquilo cielo, tienes muchos más músculos que él, literalmente- se burló Jacqueline.
-Te traerá más problemas que una bailarina de club barato- respondió el detective de la última vez, que contemplaba con inusitada atención un vaso de whisky solo con hielo.
-¡Por el amor de Dios! ¿Qué os ha dado a todos con ese fracasado sin cuerpo? ¡Yo soy la reina aquí! No olvidéis que es a mí a quien Elías ama- Nadie, además del detective y el camarero le prestó atención, y sólo el detective se la prestaba a sus palabras. -Una bailarina de club barato eh- miró al detective a los ojos y este se estremeció. –Me gusta como suena- a su alrededor la vorágine de voces que comentaban la actuación de la multiplicación fue creciendo en intensidad.

(Sigue…)


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