Bernina Kulm VI

Sexta entrega del relato, aún lejos del ecuador de su aventura Héctor sigue inmerso en su conflicto en las montañas. Espero que os guste. [Click aquí para leer este relato desde el principio]

Entre las que ahora eran las primeras filas había un chico en la treintena que miraba fijamente a una chica más joven, que rechazaba taxativamente sus abrazos, sus palabras y hasta darle la mano. Uno podría pensar que era su forma de abstraerse, de huir del horror imperante, pero Héctor vio en el a su hombre, y en ella, a sus veinte monedas de plata.

Héctor Celaya sacó a su Judas de entre la gente de una patada y cogió a la chica de un brazo, poniéndosela delante arrodillada.
–¿Cómo te llamas?– le preguntó a la chica.
–Dina– le respondió con entereza.
–¿Es ése tu novio?– la chica le miró con desprecio y no dijo nada.
–Parece que hoy es tu día de suerte muchacho. ¿Quieres salvar a una princesa en apuros? –aquél Judas miró de arriba a abajo a Dina, sin acertar a ver en ella nada que le recordara a una princesa. Héctor apoyó el fusil sobre la cabeza de la chica, a la que le recorrió un escalofrío.
–Es una oferta por tiempo limitado– Dina y el joven se midieron las miradas y Héctor apretó su arma contra la nuca de Dina para arrancarle un atisbo de súplica a sus ojos. Pero parecía obvio que todo aquello era en vano. Héctor sonrió para sí mismo y disparó, contra el suelo, junto a los pies del joven. –¡¿Ibas a dejarla morir?!– Héctor tiró a la chica de espaldas y se dirigió hacia su pequeño traidor y, clavándole el pié izquierdo en el hombro, lo tiró al suelo. Dina, mientras tanto, había gateado hasta guarecerse tras Latham. –¡Respóndeme!– le ordenó apuntándole a la cara.
–Es una arpía–
–Pero te la quieres tirar ¿no?–El joven giró la cabeza hacia la chica, que se escondía tras Latham apoyando una mano sobre su hombro y sollozando suavemente.

Héctor miró a Chris por un momento. El muchacho estaba al límite. Los nervios le atenazaban las extremidades y le nublaban la vista. Héctor se preguntó si él había tenido aquella pinta en la Luna, y, recordando aquella primera batalla, pensó que se hubiera dejado disparar en un pié por tener a Evans a su lado en aquel momento… siempre le echaba de menos en momentos delicados.

–Como ya te habrás dado cuenta– siguió hablando Héctor de vuelta a la realidad. –Empiezan a escasearme los rehenes casi tanto como la paciencia y el tiempo, así que dime ¿Quién es el jefe?–
–¿Y si está muerto?–
–Presidente de la mayor reserva de oro de la Tierra… suena a que tendrá más de cincuenta; ningún muerto pasa de los cuarenta y tú, ¿cuantos años tienes?
–Treinta y siente– le respondió con un hilo de voz.
–Mal día para ser joven– Héctor se llevó el fusil al hombro y apuntó a su interlocutor, que farfullaba ininteligibles súplicas. –Pero me has caído bien, así que te voy a hacer una oferta: Tráeme a tu jefe y te prometo que saldrás vivo de esta sala y que no te impediré que hagas lo que quieras con nuestra amiguita– el joven dirigió su mirada hacia Dina, que miraba a Héctor con los ojos como platos. Un hambre sutil se encendió en sus pupilas. –Todo lo que quieras– dijo Héctor en tono más íntimo. Celaya esperó un par de segundos a que la chispa de hambre en los ojillos de su traidor privado calara en su imaginación. Después descargó una ráfaga justo en mitad de su campo de visión. – O puedes morir aquí y ahora– le dijo apretando el arma aún caliente por los disparos contra la mejilla de su Judas. –Tú elijes– Héctor casi podía oír una calculadora trabajar a toda velocidad dentro de la cabeza de aquel tipo.
–¿Lo prometes?–
–Palabra de mayordomo– respondió Héctor con solemnidad, pero sin aflojar la presión de su arma.
–Hecho– respondió finalmente entre un pequeño estruendo de insultos. Héctor tuvo que darle dos veces a Chris la orden de que le cubriera antes de que reaccionara. No parecía haber escuchado nada de su última conversación. Dina le miraba con odio y se abrazaba con fuerza al hombro izquierdo de Chris, que seguía apuntando a la ya mucho menos numerosa multitud, con la rodilla derecha hincada en el suelo.

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