Cuento sobre celuloide V
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Y por fin, de la batalla espacial. Por el momento ha recibido la aprobación de Monti, de modo que espero que os entretenga.  Es un poco más larga que el resto de entregas porque no quería partir la batalla en dos.

Volviendo con mi, por lo visto insignificante historia, Buttowski me contó que había establecido una base en la Luna para gestionar sus operaciones. Desde la guerra se había convertido en el líder de uno de los grupos de piratas más grandes y con mayor potencia de fuego del sistema solar. La base en la Luna actuaba de taller de reparaciones, hangar y a veces almacén para mercancías robadas. En aquel momento la mayor parte de sus naves estaban desperdigadas por el sistema, cosa que sus enemigos, azuzados por sus descontentas víctimas habían aprovechado para lanzar un ataque sobre una de sus instalaciones clave y sobre su persona. La batalla estaba en realidad mucho más reñida de lo que un vistazo rápido pudiera hacer creer. Los sistemas de defensa de la base estaban haciendo un trabajo más que competente impidiendo a los cazas enemigos atacar las instalaciones, y la única fragata de los atacantes estaba bloqueada con la tarea de impedir que los cazas de Buttowski despegaran, por lo que no podía hacer nada contra las torretas. No se habían decidido a destruir el hangar, por lo que deduje que el objetivo principal era, en realidad, hacerse con el control de la misma o con algo que hubiera en ella. La batalla había alcanzado un punto muerto. Los piratas, al contrario de lo que pueda creerse, son gente muy prudente a la hora de atacar. Perder una nave de un cierto tamaño, o incluso un pequeño número de cazas puede ser letal para la economía y el poder ofensivo de la mayor parte de los grupos que pululan por la parte interna del sistema, por lo que sólo se ataca sabiendo que se puede vencer. No es que no haya aguerridos y valientes piratas que ataquen con el valor de un héroe y la temeridad de un loco, pero su corta esperanza de vida hace que puedan obviarse. En el estado actual de las cosas, la única esperanza de los atacantes, un grupo anónimo con una especie de felino pintado en el dorsal, era conseguir ayuda de algún otro grupo de piratas, con los que de seguro estaban negociando en aquel momento, mientras que Buttowski y los suyos dependían de que los gatitos no consiguieran ayuda antes de que sus propias naves volvieran. De acuerdo con el breve plan que habíamos trazado Buttowski y yo volé lo más pegado que pude de la abrupta corteza lunar y disparé contra los cazas enemigos, alrededor de una docena, que volaban alrededor de su fragata a la espera de acontecimientos. Un par de cazas saltaron en pedazos mientras el resto se separaron de la fragata sin terminar de comprender la situación. Las torretas eliminaron a los que fueron lo bastante incautos como para acercarse demasiado sumidos en su sorpresa.
-Tus chicos no son muy listos ¿eh?- se rió Buttowski con la intención de hostigar a su contrario. El comandante enemigo bramó alguna fanfarronada, momento que aproveché para hacer otra pasada, aún sin dejarme ver pero dentro del alcance de sus sensores y me alejé lo más rápido que pude. La mayoría de los cazas enemigos se lanzaron en mi persecución. Para cuando me alcanzaron yo ya había dado la mitad de la vuelta a la Luna, una ventaja que resultó clave. Volé entre descargas de plasma durante los siguientes kilómetros. Los estallidos azulados recortaban la sombra de mi carguero contra la superficie lunar, y me hubieran cegado por completo de no ser por las gafas de piloto que llevaba encasquetadas sobre mi cara, a juego con el resto del traje, que conservaba desde la época a bordo del Belaya. En un primer momento me vi condenado, rodeado por el fuego enemigo y perseguido por varios cazas de combate mi pequeño carguero no parecía tener demasiadas opciones. Por fortuna para mí, incluso con toda la tecnología de ayuda al disparo un novato seguirá siempre siendo un novato. Los disparos cruzaban desde abajo hasta perderse en el espacio, sólo un par de mis perseguidores me atacaron desde arriba, cruzando así los disparos y reduciendo mi capacidad de maniobra. Conseguí esquivar la mayor parte del fuego enemigo durante los escasos segundos que me resultó necesario. Me metí de lleno en el espacio aéreo de la base lunar y conmigo mis perseguidores. En su frenesí persecutorio habían olvidado cualquier norma de cuidado y los disparos de las torretas los destrozaron. Tuve que maniobrar para esquivar los disparos que manaban de tierra como géiseres candentes.
-Estoy de tu parte ¿Recuerdas?- grité por el comunicador justo después de que una torreta por poco me derribara.

-No seas llorón, mis chicos hacen lo que pueden- respondió Buttowski.
-Aquí el piloto del C-722 al oficial enemigo, retírense o les atacaré- advertí por radio para terminar de enfurecer al oficial enemigo mientras volaba sobre las torretas que más cerca le quedaban. Una ráfaga de la fragata fue su única respuesta y la señal de que todo iba según lo planeado. Encaré mi nave hacia la fragata y me lancé hacia ella con toda la velocidad que me daban los motes del carguero armado. Un par de cazas, los últimos, se lanzaron en pos de mi intercepción. Derribé el primero en cuanto estuvo a tiro, volé un poco entre el fuego del segundo mientras acortábamos distancias. Disparé y el caza enemigo estalló. Pasé en tonel entre los restos incandescentes del caza enemigo, emergiendo por el otro lado de los restos dispersados por mis toberas, descendí sin dejar de girar hasta casi rozar la superficie lunar, estabilicé la nave y aceleré, disponiéndome a pasar bajo la fragata enemiga. Una maniobra sin duda innecesaria y absurda, pero resultona como la que más, además, volar entre las cenizas de un adversario se cuenta entre mis vicios como piloto.
Todas las torretas de la parte inferior de la fragata iniciaron al unísono su ataque contra mi carguero, que fue masacrado en cuestión de segundos. Del hangar de la base salieron en oleada cerca de una docena de bombarderos, cazas pesados cargados de explosivos que habían aprovechado mi distracción para burlar el fuego de la fragata.
Me quedé flotando a la deriva viendo terminar la batalla. La fragata trató de plantar cara pero fue en vano, Era una nave de tamaño medio y no tenía nada que hacer contra la nube de moscas cargadas de misiles y bombas que zumbaban a su alrededor. Uno de los cazas de Buttowski se estrelló contra el emisor de escudo. No puedo decir hasta que punto fue una maniobra efectiva, el caso es que la fragata, malherida y sangrante inició su huída esperando que Buttowski no le siguiera a zonas dónde su batalla pudiera ser vista por los que visitaban la Tierra. Fue un error del comandante, ya que en cuanto la fragata inició la huída, cerca de una veintena de unidades más despegaron del hangar y le dieron caza, toda la batalla se fue alejando lentamente, con sus azules resplandores y sus gritos de júbilo y agonía.


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