Hoy, y durante las próximas semanas, os traigo un relato de fantasía que espero haga las delicias de todos cuantos consideráis que os «amenazo» con poesía. El relato en sí, como su nombre indica, narra las aventuras y desventuras de un lobo anónimo y una muy reconocible hada. Espero que os guste.
Fragmentos del Bosque Encantado
I
(El Lobo y el Hada)
El hada se levantó con los huesos un poco doloridos, la humedad era probablemente lo que más odiaba en todo el bosque. Voló hasta una amapola cercana y bebió del rocío de sus pétalos, después voló al más alto ciprés de todos y se sentó en su copa. Allí dejó fluir sus ideas y pensamientos camino al infinito. El bosque le había parecido mucho más armónico antes de verse lanzada a la lucha por la supervivencia.
Aquel otoño empezaba a parecerle eterno, había sido un año de lluvias tardías, un año difícil. La escasez de presas y la maldita humedad lo volvían loco. Salió de su cueva, solo, caminó hasta un arroyo cercano y bebió. Aprovechó de paso para pescar algún pez despistado y se dedicó a vagar por el bosque en silencio mientras los animales se escondían a su paso.
Ya reanimada por el sol del alba reemprendió su camino por el bosque en busca de comida. No necesitaba demasiado, pero había sido difícil encontrar fruta o semillas a finales de otoño. Eso sin nombrar el invierno. Por un segundo recordó el ya lejano sabor del musgo y se estremeció. El anterior había sido su primer año sola y lo había pasado como aquel día: buscando comida para entonces y guardando lo que pudo para el invierno. No había nada que fuera precisamente sabroso, pero por lo menos no eran líquenes.
Tras un día de paseo, un par de liebres muertas y larguísimas horas de soledad, contempló la luna escrutando el bosque en busca de algún sonido distante. Mas solo hubo silencio. De vuelta a su guarida recordó a un viejo amigo al que hacía mucho que no veía. Quizás al día siguiente iría a hacerle una visita.
Gota a gota cayeron del cielo abundantes lluvias, pero ya era demasiado tarde, quizás el año siguiente fuera más sencillo. Gota a gota fue pasando el tiempo y las escasas hojas color atardecer dejaron paso a una sólida alfombra de nieve. Fue un invierno frío más allá de la lógica del invierno. Los ríos se congelaron y los peces parecieron extinguirse. Sólo los enormes abetos y alguna que otra picea se alzaban por encima de los restos de nieve, ni un matojo, a duras penas sí algún arbusto, fundamentalmente nada.
Entre la desesperación y la nostalgia se encaminó el lobo a visitar a un viejo amigo que vivía en una zona alejada del bosque. Cuando llegó allí el lecho de piedras bajo el que yacía su amigo se hallaba frío y silencioso. El lobo tomó aliento y puso una de sus garras delanteras sobre el lecho de piedras que hacía las veces de lápida.
-Hola Ílidan, veo que todo sigue tranquilo por aquí- dijo el lobo mirando las piedras llenas de líquenes. -Quizás tú tengas una idea de qué hace un invierno tan frío en un año tan seco como este. Casi parece hecho a propósito- El lobo escuchó el viento vacío. -Si tienes alguna idea soy todo oídos- El lobo se quedó sentado frente a la tumba de su amigo durante un par de largos minutos, repartiendo sus pensamientos a partes iguales entre su estómago y el recuerdo de su amigo. Se encontraba casi dormido cuando el estruendo de una rama al parirse lo sacó de su ensueño. De entre las copas de los árboles cayó un rayo de luz sobre la nieve.
-Siempre fuiste un poco exhibicionista- dijo el lobo riendo para sí. Caminó hasta donde la luz calentaba el suelo y empezó a cavar, encontrando para su sorpresa una especie de raíz tuberculosa criogenizada bajo la nieve.
-¿Qué pretendes que haga con esto? ¿Una trampa para liebres? ¿Qué me vuelva vegetariano? Tanto tiempo muerto empieza a afectarte ¡Tengo hambre maldito loco!- fue a marcharse de allí pero un enorme peso en su corazón contrarrestó ipso facto el vacío de su estómago. Soltó un largo suspiro. –Lo siento Ílidan… Pero tengo demasiada hambre para tus… cosas-
-Me has pedido una idea, no un ciervo muerto- contestó una voz en el viento.
-Claro… recuérdame que sea más específico la próxima vez-El lobo rió y se fue de vuelta a su guarida, aún con la planta en la boca. Comenzaba a hacerse de noche… Quizás tendría más suerte en la densa penumbra de la que había tenido durante la mañana.