Y para terminar el mes de la fantasía encodigoazul un breve fragmento narrando las aventuras del lobo más paciente sobre la faz de la Tierra.
Aquella noche hubo luna llena, la siguiente no, tres noches más tarde Todd estaba ya harto de la espera ¿Qué demonios pasaba con Naida? ¿De verdad podía pasar un año a su lado y desaparecer sin más? No la había engañado, no había mentido en nada. Era como cuando le expulsaron de la manada. ¡Maldita hipócrita! ¿Acaso pensaba que se había vuelto vegetariano aquel año? Ojos que no ven corazón que no siente. Pero claro, las hadas eran seres de luz. Dentro de su bombilla todo era de purpurina ¡Allí fuera había que sobrevivir maldita sea! So-bre-vi-vir. No era tan difícil de entender. Que Naida se enfadara con la naturaleza, o mejor, con el círculo, con sus maestras, y con todas las malditas hadas que le mintieron. ¿Estaría bien? ¡Él había sido el único honesto en toda su vida! ¡El único que no le había mentido! Si el mundo no le gustaba que se lo contara al círculo ¡O que se fuera al infierno y se lo contara al demonio! Más le valía tener una buena disculpa para cuando volviera, o una excusa… o algo… al menos de su manada sabía por qué lo habían expulsado.
A finales de otoño la lucha por encontrar semillas y la escasa fruta se volvió feroz. Todd se dio cuenta de que aunque los pájaros se acercaban al arbusto no parecían coger nada. El olor a magia que desprendía desde que Naida lo forzara a crecer parecía dejarlo fuera del menú. Una parte de él se regocijaba imaginándola luchando desesperadamente por acumular comida. Otra parte deseaba que volviera de una vez para que no muriera de hambre. Una tercera parte entró en juego cuando Todd entendió que su ayuda no iba a ser suficiente.
Tres semanas tras la primera nevada los deseos de Todd se hicieron realidad. Estaba ya atardeciendo, había sido un día frío para principios de invierno pero la caza no se había resistido especialmente. En un principio Todd no se dio cuenta, es difícil distinguir una magia entre otras. Pero poco a poco un olor familiar fue impregnando el aire y Todd supo que Naida andaba por allí y que, por invisible que ella se creyera, tirar la nieve de una rama para sentarse a esperar no era demasiado discreto.
Tuvo que pasar casi media hora antes de que Todd se levantara y se marchara para que Naida pudiera lanzarse en picado a devorar su comida. Para cuando terminó de comer el primer arándano estaba ya extasiada y se había olvidado por completo del mundo que la rodeaba.
-Yo también me alegro de verte Naida- oyó a su espalda.
-¿Todd?- inquirió estúpidamente sin atreverse a girarse.
-No… soy el espíritu de las navidades pasadas- Naida se dio la vuelta esperando encontrarse con sus dientes en una mueca de enfado, sin embargo se topó con la imagen de un amigo triste y, francamente, algo envejecido.
-Hola- fue cuanto se atrevió a decir mirándole a los ojos. Pasaron alrededor de un minuto en silencio, sin saber si debían siquiera decirse algo.
-Bueno, entremos antes de que te congeles- acabó por romper el silencio Todd. Naida asintió, y terminaron tumbados en silencio, arrullados por el agradable tintineo del móvil mecido por el viento.
A la mañana siguiente Naida se levantó arropada por una agradable sensación de bienestar y calor, era una sensación dulce y afectuosa que no sabía identificar. Abrió los ojos y se vio a si misma envuelta en el pelaje de Todd, quien al parecer seguía durmiendo plácidamente. Se estiró y se puso en pié.
-Pensaba que como mínimo te quedarías a charlar un rato- le saludó Todd al verla.
-¿Es que nunca duermes?- le recriminó. Lo cierto era que no quería hablar.
-Llevo un rato despierto… aquello de allí- dijo señalando el móvil con el morro. -Lo hiciste tu ¿verdad?-
-¿Cómo es que sigue ahí?- preguntó ella ingenuamente.
-No se lo ha llevado el aire- Naida no dijo nada. -No tienes por qué quedarte- fue cuanto dijo Todd antes de salir al bosque.