Empezamos la semana con un fragmento corto pero intenso, si nunca habéis visto una discusión entre un lobo y un hada ésta es vuestra mejor oportunidad. No la dejéis pasar.
Las estrellas no se veían aquella noche. Las nubes anunciaban tormenta y dentro de su cueva había muchísima humedad. Naida acababa de dar cuenta de una arándano rojo.
-¡Me encantan!- dijo Naida revoloteando sobre su pequeña pila de arándanos. -No comería otra cosa si pudiera- dijo Naida entusiasmada.
-Se te pondría un culo enorme- se burló Todd. El hada revoloteo frente a su cara sacándole la lengua.
-Pues tú tienes dedos de almohada- dijo boxeando con las almohadillas de una pata de Todd. -Y la nariz empapada- añadió dándole golpecitos en la nariz-
-¡Naida!- se quejó el lobo tras estornudar.
-Y tus orejas parecen casas- dijo dentro de una.
-Por el amor de… ¡¿Quieres parar?!-
-Has empezado tú- se burló Naida frente al morro de Todd
-Yo no tengo la culpa de que tengas el culo gordo- Naida se quedó con la boca abierta.
-Tú lo has querido- Naida comenzó a boxear con la nariz de Todd, que estornudaba como loco. -Retíralo- le dijo tras el vigésimo estornudo. Todd le pegó un lametón a Naida y la dejó empapada.
-No quiero-
-¡Todd!- se quejó el hada quitándose la baba de la cara. Hubo un segundo lametón. -Te odio- sentenció el hada saliendo a la incipiente lluvia a lavarse. El lobo estaba tranquilamente tumbado cuando algo empapado y frío se le metió dentro de la oreja. Era una de las muchas cosas molestas que Naida hacía para divertirse.
-Odio cuando te aburres- suspiró Todd rascándose la oreja.
-Y yo que tengas que chuparme ¿No has oído hablar de las caricias?-
-¿Es una petición formal?- dijo con sarcasmo.
-¡No!- se sonrojó Naida. -Pero lo de ir lamiendo por ahí con esa lengua tuya es… antihigiénico… y me deja el pelo echo un asco- Naida se abrazó al hocico de Todd con todas sus fuerzas. -Estás hecho un tontorroncio-
-Y tú una pelmaza- hubo un silencio largo y tranquilo, luego hubo otro igualmente largo pero menos tranquilo, por último se produjo el silencio corto, entrecortado y tembloroso del que intenta decir algo pero sabe que no quiere hacerlo.
-¿Por qué comes carne?-
-Soy carnívoro- Todd sabía de qué iban a hablar, y no le gustaba el tema.
-Claro…claro…y desde cuando… eh….buscas comida-
-Desde los ocho meses, aunque me destetaron cuando tenía algo más de un mes-
-¿Y qué comías en medio?- Naida casi pareció esperanzada.
-Carne que traían los demás miembros de la manada… y algún lagarto-
-Oh…-
-La regurgitaban los que habían ido a cazar y los cachorros nos…- explicó Todd
-Ahórrame los detalles por favor- Naida se llevó una mano a la boca con gesto de asco.
-La miel es vómito de abeja y te encanta- esperaba que un par de escenas desagradables llevaran a Naida a dejar el tema de la caza.
-¡No es lo mismo!- Naida intentó a toda costa quitarse de la cabeza la imagen de una abeja produciendo miel. -Lo que no entiendo es que tú eres… eres Todd-
-Es mi nombre, sí- Todd sabía lo que quería decirle Naida
-Y eres un lobo-
-Lobo gris- la ambivalencia con la que el hada le miraba…
-Y eres… bueno… ya me entiendes… eres Todd-
-Pensaba que eso ya lo habíamos dejado claro- le encolerizaba.
-¿Por qué matas?- explotó por fin Naida.
-Soy CAR-NÍ-VO-RO- silabeó el lobo. -La palabra lo dice, como carne, nací así-
-Pues entonces ¿por qué eres… eres… ¡Todd!?- Naida casi lloraba
-¡Por que es como me llamaba Ílidan! Los lobos somos gregarios y somos mamíferos. Animales sociales carnívoros ¡¿Dónde está el condenado dilema?!-
-¡Que Todd no puede ser un asesino!- Naida empezó a llorar.
-¡¿Crees que los cazo por diversión?! ¡¿Por deporte?! ¡No soy humano maldita sea! Tengo HAMBRE- gritó el lobo. -Tu matas plantas, y semillas, y yo no te juzgo Naida- Todd se debatía entre la rabia y la pena. -Yo no te juzgo- se encaminó hacia la entrada. -Aunque hayas sido siempre un saco de prejuicios con alas- la lucha fue encarnizada. -No te juzgo- pero al final la rabia y la pena firmaron un pacto de no agresión en tierras de la frustración y la impotencia y Todd salió al trote bajo la lluvia. Sabía que Naida no podía seguirle, pero corrió hasta perder la cueva de vista.
-¿Plantas?- dijo Naida en la oscuridad de la cueva.