Y pasamos el ecuador de nuestro periplo con la segunda y más entrañable intervención de nuestro druida zumbado favorito. Espero que os guste.
Todd no volvió hasta el siguiente atardecer, y para entonces ambos habían tenido tiempo suficiente como para fingir que la noche anterior no había existido.
A aquella noche la siguió la semana más silenciosa que habían tenido hasta entonces. El lobo caminaba de aquí para allá con un paso tan sigiloso que Naida se llevo varios sustos de muerte. Algo le pasaba por aquella cabeza peluda y ella quería saber qué era. ¿Qué iba a decirle? “¿Sabías que las abejas obtienen las proteínas del polen?” podía oír su voz “Igual si encontramos un par de toneladas de flores” ¡Maldita sea! ¿Cómo se pedirán perdón los lobos? Debía pensar en algo que ¡MADRE SANTA DE TODAS LAS HADAS!
-¡Malditas sean tus patas de almohada!- chilló Naida tras el amago de infarto.
-Son especiales para andar por la nieve-
-Los sustos de muerte son sólo un extra ¿no?-
-Un extra muy divertido- se burló Todd tumbándose.
-Tonto- respondió Naida dándole un golpe en el hocico para que estornudara. Naida se quedó buscando algo que decirle a Todd mientras se tumbaba en su hocico.
-Si no te llamas Todd… ¿cómo te llamas?- preguntó finalmente mirándole a los ojos.
-Pero sí me llamo Todd-
-Pero ese nombre te lo puso Ílidan ¿Cómo te llamaban en tu manada?-
-Los lobos nos reconocemos por olores-
-Hacéis cosas muy raras- sonrió Naida.
-Sí… supongo que sí- Todd se puso en pié y se encaminó hacia la salida.
-No te lo tomes así…Todd- Naida lo empujó por la cabeza con todas sus fuerzas mientras volaba. -Yo te quiero igual aunque seas un tontorroncio-
-“Aunque” no va conmigo- frotó su cara contra la de ella con suavidad y salió al trote antes de que Naida pudiera contestarle. O de que pudiera pensar con claridad.
-¿Qué demonios pasa contigo?- dijo llevándose la mano a la mejilla. O ya que estaba ¿Qué pasaba con ella? ¿Cuándo se había convertido en algo importante lo que un lobo pensara de ella? Todd ¿Qué le pasaba? ¿Qué sentía? Para ser un animal gregario hablaba menos que algunas plantas que había conocido. Lo malo es que sólo le quedaba una opción y había algo en aquella opción que no le gustaba.
En el claro las hojas doradas no habían cubierto el suelo formando una crujiente alfombra de hojas, pero la creciente humedad y el frío avisaban ya de la llegada del otoño. Naida se detuvo frente a una pequeña montaña de piedras y esperó en silencio durante unos instantes… no conocía el protocolo a seguir y no llevaba una ouija, de modo que fue al grano.
-¿Qué le pasa a Todd?-
-Está confundido y dolido- dijo con simplicidad el viento. -Nuestro uso del concepto asesino es difícil para él-
-No veo por qué-
-Todd es un lobo sencillo de mentalidad naturalista, la moral, la ética tras la supervivencia son conceptos confusos- hubo pausa que sabía como si alguien bebiera de una taza. -Para él todo se limita a la carrera darwiniana cazador-presa… o bebedor-río-
-¿No entiende lo que hace? Matar es…-
-Es una palabra interesante sin duda… una palabra con muchas ramificaciones-
-No, no lo es… es matar… estás vivo y… ¡puf! Te matan-
-Y sin embargo que rico abanico de grados y justificaciones. Caza, asesinato, ejecución, limpieza étnica, pena de muerte, negligencia médica, homicidio, defensa propia, bajas de guerra, eutanasia asistida. Todas significan que hay un cadáver y alguien que ha contribuido a ello, pero no todo es lo mismo ¿Verdad?-
-Déjate de retórica, humano- espetó el hada, que no conocía muchas de las palabras que acababa de oír.
-Pero el problema de Todd no es la retórica, es la hipocresía lo que nunca ha entendido-
-¿Qué hipocresía?-
-Así en general. Los lobos no suelen tener segundas intenciones… gruñir, morder, bajar la cabeza y meter el rabo entre las piernas, son mensajes bastante claros
-Ya pero…-
-¿Preferirías que muriera de hambre?-
-¡No! Simplemente…-
-“Simplemente” es un adverbio muy útil ¿No te parece? Es el aviso perfecto de que vas a decir una estupidez. Aunque prefiero “es muy sencillo” es como una bandera casi-
-Lo que digo es que…-
-O caza o se muere- la cortó en seco el humano. -Todd entiende que las liebres intenten que se muera de hambre, es su papel en la función, el que no es atrapado sobrevive, los genes del atrapado desaparecen… Es la naturaleza- otra pausa con sabor a té. -Lo que no entiende es que tú no quieras que cace, pero tampoco que muera de hambre. Es absurdo… para él es como cuestionar el que los árboles sean de madera, o pedirles que dejen de hacer la fotosíntesis-
-Si lo cazaran a él no le parecería tan bonito- respondió el hada cruzada de brazos.
-El día que sea viejo, no pueda atrapar nada y muera de hambre y sed lo hará sin rencor. Es lo maravilloso de Todd: Será el ciclo de la vida y le habrá tocado a él. Sin moral, sin crueldad, sin excusas, sólo la frialdad mecánica de la naturaleza siguiendo adelante-
-Pero la naturaleza es la madre amorosa que… que…cuida- las palabras de las hadas que la educaron de niña quedaban ya lejos, y haber estado a punto de morir devorada y de hambre hacía que parecieran aún más lejanas.
-Que les da a los búhos su vista y sus garras y a las hadas su magia y los echa al cuadrilátero a ver cual sobrevive- el recuerdo del búho estremeció al hada.
-La magia es un regalo del círculo a las demás hadas de la…-
-Y sin embargo…- en aquel instante algo hizo clic de manera casi audible dentro de la cabeza de Naida y un sexto sentido se abrió ante ella en tonos sepia y texturas oxidadas. Sintió el maná correr por sus venas una vez más y las voces del bosque susurraron dentro de su oído palabras que sabían a niñez. Oscuridad, frío, silencio, soledad y una sonrisa sarcástica al segundo siguiente. Si hay algo peor que que te echen a patadas del paraíso es que te dejen mirar por el ojo de la cerradura.
-¿Cómo has…?-
-Es un proceso interesante. El control del “mana” esta regulado por un subconjunto de neurotransmisores en la sinapsis de las zonas de tu cerebro que…Esto…con magia-
-Pero el círculo…la ceremonia de…de…-
-Bah… la única ceremonia que vale algo es la del té-
-Pero sin el círculo no…
-Y la ceremonia de coronación de napoleón… hay un cuadro precioso que…-
-¡NO! Eso significaría que el círculo está… ¡Son siervas de la luz!-
-Pues como los cruzados, la inquisición, los fotones…-
-¡Quieres engañarme!- gritó el hada. -Eres un demonio… no… eres peor, eres un humano- siguió gritando el hada roja de rabia.
-Pero sólo las criaturas de la luz pueden recibir el don del maná ¿no decía eso la maestra Brighid?- recitó con voz de escolar que repite la lección.
-¡Cállate!- el hada salió volando a toda velocidad de aquel lugar y se prometió que no volvería nunca. El tal Ílidan era peligroso. Había ido allí preguntándose qué le pasaba a Todd y volvía con media docena de preguntas, cada una de ellas más difícil e incontestable que la anterior. El círculo de las hadas no podía estar racionando el maná ¿para qué iban a acaparar algo que de todas formas es ilimitado? Y aunque lo hubieran hecho, tenían que tener un buen motivo. ¿Y de donde sacaba un humano la magia? Es más ¿Cómo podía saber nada sobre las hadas? Y sobre Brighid nada menos El mundo era un lugar extraño lejos de sus hermanas, y entre lobos amables y humanos sabios nada parecía tener ninguna lógica.
Y lo más raro de todo pasó aquella noche cuando, casi dormida oyó la voz de Todd decirle que aunque fuera una esnob el también se alegraba de tenerla cerca.
Aunque en realidad lo más raro fue ocurriendo durante las siguientes semanas, las últimas de otoño. Al principio pareció que el mundo se había vuelto ligeramente más brillante, como si las sombras estuvieran en huelga y sólo cumplieran los servicios mínimos. Más tarde empezó a sentirse ligera y volar recuperó parte de su antiguo encanto. Incluso se sentía capaz de infundir algo de vida a plantas marchitas. No eran grandes dones de la naturaleza pero cada uno resultó maravilloso. Aún cuando le planteaban nuevas y cada vez más inquietantes preguntas.