El Lobo y el Hada VII

Y más relato de Todd y Naida para todos vosotros. El programar todas las entradas de una vez tiene el efecto de hacer que todas las entradillas se vuelvan odiosas y repetitivas. De todas formas espero que disfrutéis del relato.

Todd se despertó sobresaltado en mitad de la noche y olfateo el aire. Estaba nevando con fuerza en el exterior y el frío despertó a Naida, que acababa de verse desprovista de su manta viviente.
-Todd…Tengo frío- dijo el hada buscándolo con la mano
-Calla-
-Pero sigo teniendo frío-
-Calla- repitió con la voz cargada de rabia.
-Oye yo no tengo la culpa de que…- Naida se detuvo al oír los gruñidos de Todd y encontrarse de frente con unos dientes más grandes que ella misma que, por suerte, apuntaban hacia la entrada de la cueva. Las orejas de Todd empezaron a moverse en todas direcciones antes de que se pusiera a olisquear el suelo. -¿Pasa algo?-
-Hay alguien más aquí- susurró Todd antes de lanzar un par de gruñido-ladridos.
-¿Alguien? ¿Qué alguien? ¿Alguien búho? No me gusta alguien-
-No… es como… magia… y miedo… es familiar- Todd se le acercó, paró un segundo, y la levantó del suelo con un enérgico olfateo y se quedó en blanco.
-¿Qué?- pregunto Naida.
-Nada… vamos a dormir- dijo tumbándose el lobo
-¿Pero quien era alguien?- preguntó enmarañándose en el pelaje.
-Nada… un olor en el viento- mintió el lobo.
-Me has asustado con tu número de rastreador- Naida pensó un instante. -¿Cómo distingues un olor entre todos?- añadió sentándose sobre el morro de Todd.
-Paso media vida rastreando…El olfato es el primer sentido que desarrolla un lobo-
-Y yo que creía que tú nariz sólo servía para estar mojada-
-No… es para olerte mejor-
-Y eso de las orejas- dijo moviendo las manos como las orejas de Todd.
-Para saber de dónde viene un sonido exactamente, ya sabes, son para oírte mejor- si Naida hubiera sido un hada leída no hubiera hecho la siguiente pregunta.
-Y… y… ¿cuantos dientes tienes? parecían enormes- pero no lo era.
-Cuarenta y dos ¡Son para comerte mejor!- Todd abrió la boca con un gruñido y el hada soltó un agudo chillido antes de hacerse invisible por primera vez en años. -¿Naida?- un golpe en la nariz fue la única respuesta. -Sé que estás ahí, te oigo y te huelo-
-Pero no me ves y si no me ves no puedes…- Todd anticipó el ataque de Naida y giró la cara justo a tiempo para que el hada chocara contra la parte dura de su hocico. Todd le dio un par de golpecillos con la punta de la nariz mientras estaba en el suelo.
-¿Decías?- se burlo el lobo.
-¿Ah sí?- el hada salió volando a toda velocidad. -Pues ahora eres un caballo- sentenció cogiendo las dos orejas de Todd a modo de brida. -Arre mister tontorroncio- Todd puso tiesas las orejas de golpe y Naida salió catapultada hasta chocar contra el medio metro de nieve que cubría la entrada. -Que sepas que como caballo no vales nada- ambos se tumbaron de nuevo en la cueva.
-Parece que ahora ya puedes enfrentarte tú sola a todos los búhos del bosque-
-No me gustan los búhos- respondió Naida agazapándose entre su pelo.
-Pues a mí siempre me han parecido graciosos, tienen ojos enormes-
-Pues no lo son… y ya está-
-¿Qué vas a hacer ahora?- preguntó Todd mirando a la entrada.
-Pues dormir…vaya pregunta-
-Quiero decir que ahora que ya tienes magia ya puedes…irte…si quieres-
-No seas tonto, cuanto más te conozco menos entiendo que aquella loba no se quedara contigo- dijo Naida en un bostezo. -Pero así te tengo para mí- aquellas últimas palabras se le antojaron cálidas, con un ligero olor a verano. Eran palabras con una pegajosidad agradable, un eco que le traía recuerdos y le impedía dejar de sonreír.

El invierno es una parte muy larga del año en el bosque, no sólo porque el calendario dé fe de ello, sino porque no hay demasiado que hacer. Al menos no si eres un hada, Todd tenía que seguir cazando pero Naida pasaba la mayor parte del día en la cueva, practicando los trucos que iba descubriendo. Para cuando la primavera llegó Naida había recuperado parte del brillo lumínico que define a las hadas y volaba como una histérica de allá para allá entre las flores. Las abejas seguían sin dejarle acercarse a su colmena, cosa que molestaba a Naida como devota incondicional de la miel, pero ahora era Todd el que no podía alcanzarla cuando volaba y no al revés. No obstante, un vicio es un vicio y la cabeza de Todd siguió constituyendo su principal medio de transporte.

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