El Lobo y el Hada XII

Y con esta, la duodécima entrega de el lobo y el hada, llegamos al final de un largo y espero agradable, entretenido, interesante, o al menos no muy terrible periplo por mis letras. Un saludo a todos y a todas. Espero poder seguir viéndoos por aquí en el futuro.

Al amanecer Naida tenía el estómago revuelto. Nadie le había explicado que hay que comer poco después de un largo ayuno. Tampoco le habían explicado que había que beber bastante agua después de comer carne. Pero Naida aprendía rápido, o al menos lo bastante rápido como para estar arrepintiéndose de su ignorancia. Tras soltar un leve suspiro comprobó que seguía sin fuerzas para volar, y se quedó contemplando a Todd. El sanguinario lobo que le había salvado la vida, había cuidado de ella, le había perdonado el que le abandonara, y había vuelto a cuidar de ella, salvándole la vida por segunda vez. Hubiera deseado ser una loba en aquel momento, así al menos sabría cómo devolverle el favor ¡¿En qué estaba pensando?! ¡Las hadas no…! Naida miró el trozo de carne y decidió que quizás el círculo no había sido completamente sincero con ella sobre lo que las hadas hacían o dejaban de hacer. Todd abrió los ojos y se topó con Naida acurrucada frente a él. El hada le sonrió un momento como para confirmarle que estaba despierta.
-¿Qué tal has dormido?- preguntó Todd.
-Con hambre- mintió Naida. Todd no pudo evitar ver las marcas de mordiscos en el pedazo de carne, pero no dijo nada.
-Encontraremos alguna solución- sonrió poniéndose en pie. -Recuerda beber mucha agua- aconsejó saliendo de la cueva.
Horas después el lobo remplazó el pedazo de carne por uno de pescado diciendo que la carne se estropeaba más rápido que los vegetales. Y así al día siguiente y al otro, y todos los que pudo durante la siguiente semana. Naida parecía preferir el pescado a la carne, de modo que Todd pasaba las mañanas tratando de pescar en los ríos del bosque y las tardes cazando para él. El hada recuperó la energía y el peso rápidamente, y hasta engordó algunos gramos de más. Una dieta a base de carne, pescado, y algún arándano que a golpe de magia había conseguido arrancarle al arbusto no era lo más recomendable para mantener la línea. Sin embargo, ninguno de los dos dijo nada. Los días pasaban tranquilos, salvo quizás por que las renovadas energías de Naida le habían permitido volver a ser la misma de siempre. Comía cuando Todd salía o mientras dormía. Él, por su parte, salía a pasear siempre que el hada parecía tener hambre.
Una parte de ella quería llorar y pedirle perdón, otra llorar y agradecérselo, y otra llorar y decirle… Fuera lo que fuera parecía claro que terminaría por llorar de hablar con él seriamente. Tenía que elegir el momento adecuado.

Y ese momento llegó una semana después. Era un día de nieve, húmedo, grisáceo y frío. Todd volvió antes de tiempo de su paseo y se encontró a Naida todavía comiendo, de espaldas a la entrada. Todd decidió tumbarse a seguir el curso de los acontecimientos. Le llamó la atención que Naida, en lugar de morder directamente el pescado arrancase pedazos con las manos y después los royera como una ardillita. Habían pasado varios minutos cuando Naida se giró y le vio, pedazo de pescado en mano, masticando otro poco. Apenas sí pudo tragar lo que masticaba mientras se iba sonrojando a medida que la vergüenza la dominaba.
-Me encantas cuando te sonrojas- Fue cuanto “acertó” a decir Todd. Naida salió disparada más rápido de lo que él había visto volar a nada, y se metió en el móvil.
-Naida… sal… anda- le pidió Todd tratando de contener la risa.
-No quiero-
-Tampoco puedes quedarte ahí eternamente-
-Sí que puedo… un rato-
-Te helarás… Ven a tumbarte conmigo-
-Prometes que no hacer referencia al pescado-
-Salvo martes y festivos- rió vencido por la situación.
-¡Todd!- gritó ella completamente sonrojada.
-Hace eones que se que comes lo que te dejo- respondió Todd en tono más serio.
-¿Por que no me avisaste de que estabas ahí?- le recriminó todavía asomando la cabeza.
-Parecías feliz con tu pescado-
-Tenía hambre…- a decir verdad era lo más delicioso que había probado.
-Sal… tumbémonos y hablamos-
-¿Prometes no meterte conmigo?- inquirió volando fuera de del móvil.
-Sí-
-Y no me mirarás por encima del hombro- añadió volando algo más cerca.
-No-
-Y… ¿Y podré quedarme contigo?- preguntó volando frente a él.
-Claro-
-Y… ¿Prometes no recriminarme todas las cosas horribles que te he dicho?- dijo finalmente rompiendo a llorar mientras se abrazaba a Todd con todas sus fuerzas.
-Mi mariposita ¿Cuándo te he insultado? Pienso burlarme de ti igual que siempre, pero
-¿Y me seguirás queriendo aunque haya sido una tonta prejuiciosa y cruel y estúpida y una carga y a veces sea infantil y… y…?-
-¿Tú que crees?- la interrumpió antes de que se le ocurriera nada más.
-Que a veces me merecería un mordisco- dijo haciendo el gesto con la mano. Él sonrió.
-Claro que te quiero tontita, estás muy mona siendo infantil… y también eres dulce y tierna, y eres buena y agradecida-
-Perdóname por favor- le murmuró ella con un hilo de voz. Después lo repitió más alto muchísimas veces. Le suplicó y le imploró perdón decenas de veces aún a pesar de que él le repetía una y otra vez que no pasaba nada. La tarde se fue tornando ocaso y las estrellas ocuparon su lugar en la noche. Una a una se hicieron un hueco en el firmamento, brillantes luciérnagas lejanas. Cuando la luna se alzó para reinar en la noche se los encontró abrazados, casi dormidos, contemplando la inmensidad del universo, inmersos en un silencio con sabor a eternidad compartida.

FIN


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