Solo había una limitación, los átomos “pertenecen” a las coordenadas espacio-temporales de origen, con lo que solo pueden estar en el punto de destino mientras el agujero de gusano esté abierto, en el momento en que la máquina deja de mantener el agujero, lo que hubiera viajado volverá a la cabina. Esto significa que los viajeros que utilicen esta máquina solo podrán visitar los destinos de su viaje, no podrán dejar nada ni traerse nada.
Mientras examinaba la máquina Maier volvió a pensar en la burocracia, le llamó la atención que la máquina estuviera allí en el laboratorio, disponible para cualquiera que pasara por allí. El motivo era que, de momento, aquello era solo un experimento de física, con lo que todavía no se le había dado la clasificación de seguridad, así que nadie se había molestado en restringir el acceso.
En ese momento cayo en la cuenta, ahora tenía acceso libre a la máquina, pero en cuanto los burócratas se fijaran en ella y establecieran las restricciones ya no podría utilizarla. Podía ejecutar su plan sin necesidad de pedirle permiso a nadie, pero tenía que hacerlo ya, era ahora o nunca.
Maier salió del laboratorio y se fue a una armería donde compró una pistola, rápidamente volvió y programó las coordenadas espacio-temporales: Viena, 1908 y programó que el agujero estuviera abierto durante una hora, tiempo que consideraba suficiente para buscar al joven Adolf y matarlo; inmediatamente entró en la máquina un instante antes de que esta se pusiera en marcha de forma automática.
Estamos en Viena, en 1908. El joven Adolf Hitler pasea por las calles en compañía de su amigo August Kubizek; la escuela de bellas artes ha rechazado a Adolf por segunda vez así que el joven Hitler está frustrado, pero no desmoralizado. Adolf le explica a August que quiere emigrar, no sabe si a París o a Nueva York. Adolf está convencido de su valía como pintor y que solo necesita un lugar donde sepan apreciar su talento, si los esnobs de los vieneses no saben, buscará otro sitio.
Cuando están frente a la casa de Adolf, un hombre vestido con ropas extrañas se interpone en el camino de los jóvenes y apunta a Adolf con una pistola.
-Vaya, el lider del III Reich. Sin uniforme no eres tan temible-
-¿Quien eres? ¿Que quieres de mi?-
-Soy el angel vengador y quiero hacer justicia al pueblo judío-
-¿Que? ¡¡Yo no le he hecho nada a nadie!!-
-Cierto, aun no has hecho nada, precisamente estoy aquí para impedir que lo hagas-
En ese momento sonaron dos disparos.
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Creo que es un buen ejemplo de la paradoja del viaje en el tiempo…