Para que no se diga que no publico nada aquí tenéis un breve relato que escribí hace ya algunos años y del que llevo queriendo hacer una versión más larga desde entonces. También revisarlo tanto a nivel de estilo como algunos puntos de la trama. Monti sabe de que hablo. Espero que os guste. (1 página)
Ill (Short show)
Pocas cosas me hacen sentir tan vivo como el amanecer, el agónico languidecer de las tinieblas, la luz del sol impregnando con su energía cuanto toca, el despertar de las plantas reaccionando a su tenue caricia, cual fénix resurgiendo de entre sus cenizas el mundo emerge de la noche entre los cálidos brazos de su protector.
-Héctor, tu desayuno esta…- dijo Jessica
-De acuerdo, dije adoptando una postura más corriente- Jessica cerró la puerta, acabé mi ronda de estiramientos y tras una profunda exhalación, fui con ella. Me senté junto con Erica y Marcos y tomamos nuestra taza de café matutina, sumidos en un profundo letargo silencioso.
-Héctor… ¿Qué estabas haciendo antes?- me preguntó Jessica tras un rato.
-Estiramientos mamá, para… estirarme…-
-¡Baila, baila como Vanessa!- anunció Erica con tono burlón.
-Bah… más gilipolleces sobre la armonía y… mira hijo, si dejas que te coman la cabeza es cosa tuya pero no nos metas a los demás-
-Estaba en mi cuarto padre, no era mi intención que…-
-Estabas en MI casa- ladró enfatizando como solía los posesivos.
-Vamos mi amor… son cosas de la edad… se le…-
-¡Maldita sea Jessica! Yo a su edad ya era un hombre, y él lo sería si no te pasaras el día protegiéndolo- todos quedamos en silencio Marcos volvió a sentarse. Y nadie dijo nada.
-No entiendo por que tienes que hacer enfadar a tu padre- dijo ya de camino al instituto.
-Oh… bueno, sin duda la intolerancia y estrechez de miras de las que hace gala constantemente son obra mía-
-Tu padre siempre fue… un poco suyo… pero no hay motivo para que lo provoques constantemente-
-Héctor provoca… ¡Provocon, provocón!- cantó Erica uniéndose a la conversación.
-Por extraño que te parezca… yo tampoco se por qué le provoco tanto-
Hoy tampoco ha venido… me pregunto si estará bien. Hace ya una semana… y no se nada de ella… ah… tengo que ir a ver cómo está.
Para cuando Marcos volvió aquella noche yo ya estaba en cama.
La siguiente mañana fue algo más gris, algo más apagada, y mucho más silenciosa, fuimos a desayunar con las miradas llenas de odio, algunos morados, y montones de hipocresía, resignación, y condescendencia. Y nadie dijo nada.
Al salir fui directamente a casa de Vanessa, llamé a la puerta y espere, tras dos eternos minutos una escuálida, lívida y demacrada figura marchita, abrió lentamente la puerta.
-Hola Héctor, me alegro de verte- musito con un hilo de voz.
-Va…Vanessa- tartamudeé preso de la impresión. – ¿Estás… bien?-
-Pasa- dijo sonriendo levemente ante lo estúpido de mi pregunta. Andamos hasta el comedor done el zumbido del televisor parecía ser lo único que sacudía el ponzoñoso aire, denso, pegajoso, pesumbroso. Vanessa se sentó en un sillón, y yo frente a ella.
-Me muero Héctor…- dijo al fin… reí… debía estar de broma.
-Vanessa…-
-Es crónico…- continuó sin dejarme decir nada. Ambos nos quedamos en silencio, mirándonos fijamente a los ojos. – ¿Te quedarás conmigo esta noche?- tan sólo asentí.
Aquella noche, mientras su cuerpo languidecía camino a lo inexorable, me besó. Me besó como únicamente ella podía hacerlo, me besó con su cuerpo, su mente, su alma y su corazón. La sentí brevemente, más sin interrupción, hasta que me dormí.
A la mañana siguiente Vanessa yacía aún abrazada a mí, sin apego ni acritud, fría, estéril. Me quedé mirándola un rato esperando a que despertara cuando, sin permiso ni autorización un furtivo rayo de sol irrumpió violentamente en la estancia posándose en su carne muerta. Sus ojos aún abiertos se clavaron en mí, hondos, serenos.
Pocas cosas han hecho sentir más solo que aquel amanecer, el agónico languidecer de las tinieblas, la luz del sol impregnando con su energía cuanto toca, el despertar de las plantas reaccionando a su tenue caricia, pues cual fénix resurgiendo de entre sus cenizas el mundo emergía de la noche una vez más entre los cálidos brazos de su protector.
Y nadie dijo nada.
(20/08/08)
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