El poema del viernes, esta vez es una reflexión nacida de la lectura. Se lo dedico a una compañera de clase sin la cual lo hubiera pasado francamente mal últimamente. No voy a dar nombres porque va contra mi política de comportamiento en internet, pero por ser tan a menudo la luz que me guía, por ser una buena persona y una de las pocas que hacen tolerable la vida en la universidad: gracias. (1 página)
Ímpetu del grito escrito
Arde una llama prístina y serena
Tímida e inquebrantable
Tenue y eterna,
Arde una llama con pasión tenaz y afable,
Llama que no teme al agua helada,
Llama que no teme quebrarse.
Sobre el papel no se desgañita el poeta
Con su grito sordo y desgarrado,
Sobre el silencioso morir de la madera
Aullidos de dolor, canciones por un amor enterrado.
Como el gemido de un muerto
Que crece hasta tornarse suspiro
Blande el poeta desde el averno
Un mundo de corazones y pensamientos perdidos.
Se esgrimen sobre la celulosa
Palabras que no vuelan con el viento,
Palabras que esperan ancianas y herrumbrosas
Guardando una esencia suspendida en el recuerdo.
Es el ímpetu del grito escrito
Como los susurros en la mente de un loco,
Los chillidos en una celda acolchada,
Puñaladas asestadas por un pacifista roto:
A veces delicadas y maternales nanas
A veces desgañitados e inconexos graznidos.
Y sin embargo al final palabras,
Palabras atadas a un hombre,
Palabras atadas a un tiempo,
Palabras que son caricias o estoques,
Palabras enterradas en recuerdo,
Palabras escritas, palabras borradas,
Palabras que hablan de cuanto yace muerto,
Palabras que lanzan ecos, que gritan desde los balcones,
Palabras al fin, de las que sólo quedan páginas manchadas.
El ímpetu del grito escrito
Yace en el calor que imprime en el espíritu de sus lectores,
Fantasmas que lanzan quejidos,
Que asestan pasión, que asestan temor, congoja y tristeza
Que asestan poesía a nuestros impávidos, nuestros apáticos corazones.
(25/01/12)