La batalla de Lanser I

Y con esta entrada empieza una nueva historia ambientada en el universo de Hector. Este relato, escrito por Monti, pretende ser el primero de una serie de historias ambientadas en el periodo que precede a la primera guerra del Sistema Solar, y que seguirán una línea argumental paralela a las aventuras de Hector. (1 página)

La batalla de Lanser

Guillot llamó a la puerta del despacho privado de Steinfield pero antes de entrar miró por el pasillo y, al ver que no había nadie, decidió que podía prescindir de los formalismos.

-Hola Richard, ¿Muy aburrido el día?- El coronel Richard Steinfield era el comandante del Yamato, una gigantesca nave de combate de la clase Aldebarán. Este tipo de naves se diseñaron para atacar posiciones fuertemente fortificadas, pero ante la inexistencia de un enemigo a su altura las destinaban a patrullar el cinturón de asteroides en busca de bases piratas. El teniente coronel André Guillot era el segundo de a bordo del Yamato y, para extrañeza de todos, un buen amigo de Steinfield. Los dos hombres se conocían desde hacía cuatro años, aunque esta misión era la primera vez que Guillot servía a las órdenes de Steinfield. No obstante, y aunque existía entre ellos una buena amistad, ambos guardaban las formas delante de la tripulación; en el ejército es muy importante no salirse del guión.

-Sabes perfectamente que estoy desbordado de trabajo- respondió Richard en tono serio. -Entre escuchar crecer las petunias y sacarle brillo a la silla con el culo apenas me queda tiempo para nada- añadió bromeando. -¿Qué tal tu día André? ¿Ha sido tan fascinante como el mio?- Guillot sonrió mientas se sentaba en una frente a Steinfield
-Claro… Estoy tan aburrido que estaba considerando seriamente revisar los informes sobre los cargueros que hemos interceptado el último mes- Richard empezó a reír mientras se levantaba de su sillón y se dirigía al mueble bar, de donde extrajo una botella de licor y dos pequeños vasos.

-Míralo por el lado positivo André, estas misiones de patrulla tienen una cosa muy buena- Richard sirvió el licor de espaldas a su amigo, con una sonrisa asomándose a sus labios.
-Sí, que se terminan- ambos rieron. Esta era una de las bromas recurrentes entre ellos, y a medida que pasaban los días y la misión se aproximaba a su final se convertía en un ritual, una elaborada forma de saludo entre aquellos dos soldados perdidos en el espacio.

-Y esta vez es de verdad; dos semanas más entre pedruscos y volvemos a casa- Las misiones de patrulla en el cinturón de asteroides duraban seis meses.
-¿Qué harás cuando volvamos a la tierra?- André tomó el vaso que le ofrecía su amigo y esperó a que este se sentara de nuevo en su sillón.
-Creo que iré a hacer senderismo, a disfrutar del campo y los espacios abiertos-
-No te pregunto por los amigos porque ya se que de esas cosas no gastas, pero, ¿Y la familia? ¿No piensas ir a visitar a tus padres?- André era un hombre de gustos sencillos, y era precisamente la sencillez del trato humano lo que más echaba de menos cuando estaba de servicio. El protocolo y la distancia impuesta por el rango le desagradaban sobremanera.
-Supongo que debería pasarme a ver a mi familia, si el viejo Sir Steinfield se decide a morirse me encantaría tener asiento de primera fila- Steinfield dio un sorbo a su copa y sonrió. La familia Steinfield era la propietaria de Nanotech development, una de las corporaciones mas grandes y poderosas del Sistema Solar, lo que la convertía en una de las familias principales, una verdadera familia imperial en un mundo donde las corporaciones eran los nuevos reinos. Richard Steinfield era el primogénito y, en consecuencia, el heredero de este vasto imperio económico pero, para sorpresa de todos, había renunciado a su posición para hacerse militar. Este gesto le había hecho ganarse fama y admiración, aunque su carácter cínico y desagradable también le había proporcionado muchos odios; de hecho, para la gran mayoría era inconcebible que Steinfield pudiera tener amigos.

-Tú siempre tan altruista- respondió Guillot con un tono entre socarrón e irónico. -La Tierra no está tan mal- añadió dándole una palmada en un hombro a su amigo.
-Claro que no, la tierra es genial, por eso me gusta el senderismo- respondió con una carcajada. -Ya te lo he dicho muchas veces André, el único problema de la Tierra…-
-Es que está llena de terrícolas, lo sé- completó Guillot la frase de Steinfield. -De todos modos la vida de un aristócrata no puede estar tan mal- añadió André para hacer saltar a su amigo.
-Depende… si además de vago eres completamente idiota entonces si, entonces la vida de aristócrata está genial- dijo en un tono irónico, aunque enseguida cambió a un tono mas serio -Yo en la Tierra no habría podido hacer nada de valor, a parte de jugar al bridge, porque el imperio económico que supuestamente debería dirigir, en realidad está en manos de los gestores en Marte- aclaró Richard
-Si, eso es cierto; desde que la industria se trasladó a Marte en la Tierra ya no hay nada productivo, los únicos puestos de trabajo de verdad son el servicio doméstico, dependientes, y otras bagatelas mal pagadas- respondió Guillot con un tono de amargura. Le había venido a la cabeza su propia historia; su padre trabajaba en Titanium Work Corp, otra de las grandes corporaciones terrestres, como “Analista de procesos productivos”, un nombre muy rimbombante para un supuesto empleo que consistía en acudir a reuniones donde hacían ver que tomaban decisiones. En realidad ese puesto, como todos los puestos de ejecutivo destinado en la Tierra, eran mas bien canonjías creadas por las familias propietarias de las compañías para poder pasarle un sueldo a sus parientes mas o menos cercanos. Lo malo es que los Guillot ya estaban en el límite de la generosidad de los Dermott, los propietarios de Titanium Work, así que el único que podría entrar en la compañía era su hermano mayor, que como primogénito heredaría el puesto de su padre; estando así las cosas la familia había decidido ingresar a André en la academia militar. El ejército o la emigración a Marte, esos eran los destinos habituales de los hijos segundos.

-Exacto. Yo entré en el ejército porque en mi familia es tradición que los hijos hagan un tiempo de servicio militar, para… “cultivar el carácter”… El caso es que el mundo militar me dio la oportunidad de librarme de toda esa mierda. ¿Por qué te gusta tanto que te cuente una y otra vez esta historia?-
-No todos los días tienes la ocasión de escuchar al primogénito de una de las familias principales decir que prefiere la vida de soldado destinado en el último rincón del sistema solar a los palacios y las prostitutas de lujo. Es el tipo de cosas que uno espera de las películas de serie B, no de la realidad- Explicó Guillot.
-Si, los nobles son como estúpidos cubos de hielo bañados en licor y fajos de billetes, una panda de parásitos sin cerebro. En la flota de espacio profundo la gente es de otra pasta-

Esta percepción de Steinfield era correcta, y tenía su razón de ser. En una nave espacial la vida de sus tripulantes depende de la maquinaria de a bordo, y esto es particularmente cierto en la flota de espacio profundo, cuyas naves suelen encontrarse a varios días de la base mas cercana. En estas naves, tu vida depende de que todo funcione a la perfección, y para que todo funcione es preciso que todo el mundo haga bien su trabajo, así que el pasotismo y la incompetencia, algo muy común en la Tierra, en la flota no se toleran. La flota no es el sitio adecuado para un niño bien con ganas de jugar a ser soldado.

En ese momento sonó el comunicador.


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