Segunda entrega del relato con la hermana de Héctor como protagonista. En esta entrega empieza verdadermente la historia de Érica. En este relato me están quedando entradas algo más largas, básicamente debido a que las propias escenas son algo más largas. Espero que os amenice el lunes.
Como sabes, después de que fuera oficialmente adoptada por los Köhler mi vida cambió considerablemente. No puedo decir que fuera un infierno, tenía muchas más cosas que antes, y Köhler era conmigo un hombre afectuoso que me prestaba mucha atención y se preocupaba por mí, probablemente se excedía en los tres campos. El caso es que no llegué a comprender demasiado bien lo que sucedía hasta que crecí, y por entonces ya estaba trabajando como contable para él. Fue un golpe psicológico… difícil como poco, pero ¿qué iba a hacer? Me resigné y seguí con mi vida, que ya habiendo crecido era bastante aceptable. Por supuesto le odié algún tiempo, y le desprecié hasta el último de sus días, por mí y por las otras. A veces pienso que tenían razón con lo de la herencia de cargos, agachar la cabeza y seguir, como los asnos que tiran de un arado, es la marca del servicio doméstico de confianza, casi una marcador genético Las limpiadoras pueden pasarse el día despotricando sin que nadie les preste atención, pero nosotros estamos… estábamos siempre bajo la mirada del señor. Aunque claro, tú no llegaste a conocer esa vida más que de refilón, así que probablemente te estoy hablando en chino. Huelga decir que no fui ni la primera ni la última niña que acogió. Por gracia de Dios no ha tenido descendientes, así que se volcaba en nuestra educación con auténtica devoción y, de nuevo, probablemente demasiado interés. Cada día repasábamos las lecciones aprendidas, e incluso me enseñaba algunas nuevas, yo era lista, y aprendía deprisa. Por lo general Köhler prefería las recompensas pero de vez en cuando, sobre todo cuando había estado con alguna de las que pretendían su fortuna, le gustaba demostrar nuestra ignorancia y penalizarnos por ello, nada violento, lo justo para compensar sus complejos. Yo era una muchacha difícil de castigar. Era ágil de mente y se me daba bien estudiar, sobre todo los números. Al principio le frustraba, yo empecé a decirle que no podía olvidar las cosas que él me enseñaba, que le admiraba porque era muy listo, que quería que viera que era lista, cosas por el estilo ¿Has oído aquello de que si interrogas a alguien al final acaba por saber qué quieren oír sus captores en cada momento? Supongo que le gustó. Cuando empecé a desarrollarme perdió el interés por mí, pero subsistió una especie de cariño, no diré que paternal, pero tampoco era estrictamente romántico. El caso fue que me costeó los estudios en una universidad de contabilidad y se pasó el resto de su vida mirándome de reojo con ojillos de perro entre suplicante y hambriento.
-¿Cuándo llega la parte en que le apuñalas?- pregunté totalmente tenso.
-Te estaba poniendo en antecedentes, resumiendo mi humilde vida- Érica tomó un ligero sorbo de su vaso y me miró a los ojos con una mirada escrutadora y sutil, sumisa pero envenenada, que serpenteaba hasta lo más hondo de mí.
-Siento que tuvieras que pasar por ello- mascullé desviando la mirada.
-Bueno… por algo hay que pasar, al menos yo obtuve una buena formación- se encogió ella de hombros con gesto resignado.
-Se lo conté a nuestro padre… yo lo sabía y aún así…-
-Vamos, vamos, créeme que ni siquiera entonces era tan inocente como para esperar que apareciera un príncipe azul a lomos de un caballo blanco y me rescatara- Érica lanzó un largo suspiro y yo contuve como pude mi frustración, mi impotencia. –Estoy segura de que ahora volarías la mitad de su finca con ese caza tan chulo que tienes, pero en aquel entonces no había nada que pudieras hacer, son cosas de la vida Héctor- Érica cogió mi mano con las suyas y me sonrió. –No es culpa de nadie… nadie que siga vivo-
Sea como fuere trabajé como contable y secretaria de Köhler durante toda la guerra, en la tierra las cosas estaban mucho más tranquilas de lo que uno pudiera creer, incluso mientras vivía allí me sorprendía la tranquila seguridad de la gente, las escasas noticias del frente eran siempre positivas, y todo el mundo daba por sentada una victoria aplastante por parte de la Tierra, hasta tal punto que podían pasar semanas sin oír hablar de la guerra en absoluto. Sin duda inteligencia había hecho un gran trabajo suprimiendo los elementos subversivos, esto es la gente preocupada, de las redes sociales y conteniendo el miedo y la paranoia iniciales.
-Buenos días Érica- dijo el chofer de Köhler sentándose frente a mí.
-Hola Bautista- contesté con desprecio.
-Me llamo García- me corrigió enfadado. -Pero tú puedes llamarme Pablo-
-Y yo me llamo Celaya, además, al contrario que los chóferes, los contables todavía tenemos derecho a nombre propio, Bautista- repetí sin mirarle mientras tomaba otro bocado de mi desayuno.
-Vamos, vamos, no hace falta tanta frialdad entre compañeros ¿verdad?-
-Muy al contrario, es la formalizad lo que mantiene las relaciones laborales dentro de parámetros apropiados, la confianza puede dar lugar a malentendidos-
-Eso sería terrible- hizo un ademán para coger uno de mis bollos con mantequilla y le di con el tenedor en la mano para impedírselo, resistiéndome a duras penas e a clavárselo. García era un hombre corpulento y fuerte, con un carácter algo explosivo, resultado de la represión impuesta por su trabajo. No tenía un interés especial en mí, le gustaba incomodar por igual a hombres y a mujeres, cualquier cosa con tal de resarcirse.
-En efecto terrible. Todo el mundo me llama Celaya, y quiero que siga así-
-¿De verdad te llaman así cuando juegan contigo gatita?- sonrió con malicia lasciva García. -¿Cómo tengo que llamarte para que ronronees? Solo estás aquí porque estás buena- añadió consiguiendo sacarme de mis casillas.-Así me gus…-
-¡García!- irrumpió Jakobsson con tono duro. El chofer se cuadró instintivamente ante el mayordomo, que permanecía en el umbral con porte tranquilo. -Dar por sentado que cualquier éxito de una mujer atractiva es a causa de ese mismo atractivo es un tanto arcaico ¿no le parece? Ya no estamos en el siglo XXI, además, puedo garantizarle que Celaya lo humillaría atrozmente en cualquier competición de índole mental, lo que incluye los insultos. No lo olvide- El chofer no se atrevió a contestar. La algo anciana figura del mayordomo permaneció inmóvil y silente un par de segundos. –Celaya, el señor desea verla con respecto a los documentos que solicitó, le daré los detalles en privado. Me levanté y salí al pasillo aún con medio bollo en la boca y un aspecto que hubiera arrancado una sonrisa del marcial Jakobsson de no ser éste mitad estatua y mitad hombre.-Intente trabajar un poco García, sólo por variar- Jakobsson se dio media vuelta de camino al corredor.
-Un día de estos te abriré en canal maldita momia- murmuró García entre dientes.
-¿Como dice Bautista?- preguntó Jakobsson por encima del hombro en tono casual.
-Me llamo García- masculló el chofer sin moverse.
-Muy cierto, muy cierto- el mayordomo se dio media vuelta. –Lo que me recuerda… va a llegar un nuevo escritorio de madera maciza para el dormitorio del señor, el actual no termina de gustarle- comenzó Jakobsson con voz gentil. –Se encargará de ayudar a colocar el nuevo escritorio y deshacerte del viejo- añadió sin una pizca de sorna, en la voz.
-¡Soy chofer!- alzó la voz García.
-Vigile su tono- la voz de Jakobsson se tornó dura y fría. -¿Debo recordarle que, como mayordomo, está entre mis funciones asignar las tareas a todos, lo repetiré, todos los miembros del servicio?- preguntó en el mismo tono inalterable. –Aunque, tiene usted razón, es importante recordar las funciones de cada empleado- puntualizó con un gesto de su mano. –En este momento, y hasta el final del día, queda usted relegado al puesto de “mulo de carga” de modo que ya puede usted cumplir con su trabajo-
-Pero…-
-Va a ir ahora o prefiere esperar a una orden escrita, porque no me gustaría ser usted si tuviera que encontrar un nuevo empleo tras ser despedido por desobediencia-
-Ahora mismo voy- en la voz de García pude oír más rabia de la que jamás manifestó hacia mí.
-Ahora mismo voy ¿qué?- Jakobsson en cambio permanecía sereno, hablaba casi sin gesticular, como hacía siempre que reprendía a alguien.
-Ahora mismo voy… señor- García dibujó una mueca de asco en sus labios.
-Avíseme cuando lleguen, quiero comprobar el estado del escritorio antes de que lo instalen- concluyó ya de espaldas a García, mientras salía de la habitación. Ya con la puerta cerrada pudimos oír a García soltar un juramento, yo reí por lo bajo y Jakobsson hubiera hecho lo mismo de no ser por su condición de medio estatua.
-¿Por qué no te limitas a despedirle?- le pregunté en cuanto empezamos a andar.
-Mi pequeña, conviene tener en todos los servicios domésticos a un patán, un bruto ignorante que atraiga hacia sí todos los odios y las insidias. Todos pasamos demasiado tiempo aquí dentro, los unos con los otros, y alguien como García hace que las pequeñas desavenencias, los roces, queden eclipsados, aguados hasta hacerse sólo vagamente perceptibles a través de sus inocuos aunque espectaculares exabruptos- explicó Jakobsson mientras caminábamos por los corredores.
-¿No le preocupa que le ataque?- pregunté cambiando a un formal usted por la cercana presencia de otra persona. –Le odia a usted mucho- añadí.
-En absoluto, García es un bufón y nada más que un bufón, no osaría levantar su mano contra nadie, y contra mí menos que contra nadie- sentenció con tranquilidad. –Además, aunque lo hiciera no conseguiría absolutamente nada- añadió al ver mi expresión insegura. –Fui entrenador de boxeo del antiguo señor durante bastantes años y aún con su fuerza y a pesar de mi edad, García no puede ser considerado un adversario, un sparring quizás, pero no un adversario-
-¿Tú fuiste boxeador?- me costaba mucho ver a aquel hombre canoso y refinado en mitad de una refriega tabernaria.
-¡Disculpe señorita, pero no nací viejo y arrugado!- respondió con fingida ofensa. –En un pasado incluso yo fui joven, valiente, idealista y apasionado, y aún cuando la valentía es lo único que me queda, le diré que la agilidad y la inteligencia son lo que hace temible a un oponente, la fuerza puede ser fácilmente neutralizada con técnica-
-Lo sé, pero que me cuesta imaginarte, tan formalidad, tan tranquilo y recatado, peleando a puñetazo limpio en una taberna de mala muerte-
-¿Cómo crees que ascendí mi pequeña? No eres la única que ha sabido y ha podido emplear su inteligencia en su favor en esta casa- respondió con la mirada perdida.
-Yo…- quería preguntarle por los detalles de su ascenso.
-Hemos llegado- dijo frente a la puerta del despacho de Köhler. –Está un poco nervioso por los presupuestos, el hecho de que los gastos estén creciendo más que las ganancias le saca de sus casillas – resumió revisando mi uniforme con actitud profesional y sacudiendo las migas de mis hombros. –Me parece que sólo quiere contárselo a alguien, que le digan que no es un cobarde por ceder, de todos modos, ánimo- y en aquel momento casi pude ver una sonrisa en los ojos del sereno y prácticamente militar Jakobsson, pero ni rastro de ella en sus labios. Giré sobre mis tacones, tomé aire y entré en el despacho de Köhler.