La hermana pequeña IV

Una entrada cortita porque estamos en vacaciones y no tengo ganas de trabajar demasiado. Espero que estéis teniendo una semana santa genial.

En la pantalla del televisor imágenes del exitoso ataque contra el que, según la locutora, era el desesperado intento de los exteriores por paliar la escasez de naves de tamaño considerable de los exteriores. Habían equipado a un asteroide del cinturón con motores y torretas y lo habían empleado como nave. Aún a pesar de los comentarios despectivos de la locutora tuve que reconocer que, a la vista de las pérdidas sufridas en el combate, no parecía una mala estrategia. La noticia se alargó más de lo acostumbrado en este tipo de boletines, hablando grandilocuentemente sobre lo seguro de la victoria y lo desesperado de las tácticas enemigas antes de pasar a los deportes. Ello me sorprendió, pero no le di mayor importancia. Mientras tomaba la comida en aquella inmensa mansión, aún en el sencillo comedor de servicio en el que nos turnábamos para comer, los enfrentamientos parecían completamente ajenos a mí. Podrían haber formado parte de la telenovela de media tarde, y ello no hubiera implicado una diferencia real.
Pasé la siguiente hora haciendo llamadas a Marte con la vana intención de rebajar en algo el aumento en los presupuestos. Terminé exasperada y cansada, de modo que me dirigí al jardín para relajarme un poco.
-Discúlpeme señorita- dijo una tímida voz a mi espalda.
-Hola Fiona ¿Ocurre algo?- saludé a la cocinera, una mujer regordeta y robusta de casi cincuenta años con la implacable voluntad de hacernos engordar a todos día a día.
-No quiero molestarla- dijo dando un paso al frente frotándose las manos a la altura de la cintura. –Usted sabe que yo no entiendo de cosas difíciles. Llevo toda la vida en la cocina- siguió casi disculpándose. –Quería preguntarle a usted que ha estudiado, y que entiende de los asuntos del señor y que es una niña sensata- Fiona parecía verdaderamente preocupada, así que traté de parecer lo más interesada posible.
-Tranquila ¿Ha pasado algo malo?- pregunté para agilizar la conversación.
-No lo sé- la mujer se sacó el teléfono móvil del bolsillo. –Verá usted señorita, el suegro de mi nieto es militar, está en el espacio, yo no entiendo qué rango tiene señorita pero mi nieto dice que su suegro los mandó que se marcharan de la Tierra, dice que la nave de las noticias viene para aquí y que hay que huir- explicó dificultosamente por fin, tropezándose a cada coma. -¿Es verdad? Yo no se lo he contado a nadie porque no entiendo señorita y no quiero asustar a las muchachas, que son muy buenas, usted lo sabe, pero que entienden menos que yo porque al menos una tiene la experiencia de los años, que no son estudios como los suyos pero…-Fiona comenzaba a perder el hilo de nuevo, como siempre que trataba de explicar algo que le era difícil o vergonzoso.
-Bueno, bueno, no te preocupes- la interrumpí yo en mitad de su perorata. -¿Me dejas ver el mensaje?- le pregunté a continuación. La cocinera asintió y me dio el teléfono móvil sin mirarme a los ojos en ningún momento. Pude sentir la mirada preocupada de la mujer mientras leía el mensaje, bastante críptico, en el que nada se entendía más allá de la imperiosa recomendación de abandonar el planeta.
-Ve usted que confunde el mensaje- dijo Fiona en cuanto terminé de leerlo.
-Sí… es extraño sin duda- coincidí yo. -Por ahora no hagas nada ni lo comentes con nadie- le pedí aún cuando sabía que ello le sería imposible. -Yo voy a ver si descubro algo y te prometo que en cuanto sepa qué está pasando te lo diré, pero por ahora trata de estar tranquila- concluí yo devolviéndole el teléfono a Fiona, que asintió y se marchó tras otro de sus algo inconexos discursos. Contemplé el cielo terráqueo con tranquilidad mientras pensaba en lo que Fiona me había dicho. Sí aceptábamos que su nieto, o el suegro de este no estaban locos o pretendían gastar una broma pesada el asunto podía ser serio, aunque ¿Qué daño podía hacer una nave destruida? Es más ¿Qué daño podía hacer una nave sin destruir? La guerra de los exteriores era contra los dirigentes, de hecho había empezado con un golpe de estado, no tendría sentido que bombardearan la superficie de la tierra indiscriminadamente, aún si podían cruzar las defensas planetarias, cosa que no podían hacer.
Pensé en volver a mis ocupaciones y desechar todos los pensamientos relacionados con el tema, pero luego pensé en Fiona. La pobre mujer parecía verdaderamente preocupada, de modo que decidí buscar alguna evidencia de su confusión. Desde luego su nieto debía de haber salido del planeta, de lo contrario la buena mujer hubiera hablado con él y todo estaría y aclarado. Mi primer paso fue consultar las páginas web agencias de viajes. Encontré un pequeño pico en los precios de los billetes con destino a Marte y salida inmediata. Quince minutos después aquel pico obligó a las compañías a fletar más aviones para cubrir la demanda, lo que significaba que había un número interesante de personas que compartían la idea de que había que evacuar la tierra lo antes posible. Por supuesto ese hecho aislado no significaba nada, la histeria se apodera de las masas humanas con pasmosa facilidad, sobre todo en tiempos difíciles como los que estábamos atravesando. En Friendface y Puddle+ el servicio secreto a duras penas daba abasto para censurar los comentarios sobre el tema, lo cual de nuevo no significaba nada. No sería la primera vez que el servicio secreto se lanzaba a suprimir rumores o incluso metía a gente en problemas simplemente por hacer comentarios antipatrióticos, lo que iba desde reconocer una derrota militar a cuestionar la subida de impuestos aplicada sólo a los productos de primera necesidad sobre los de lujo. En algunos foros pequeños, y por tanto menos susceptibles de ser intervenidos de una manera inmediata se hablaba de que los fragmentos de la nave-asteroide destruida seguían con rumbo a la Tierra. Lo hubiera tomado sin lugar a dudas por un bulo, o la deducción bienintencionada de un paranoico. Lo hubiera hecho de no ser porque al encender el televisor encontré un comunicado especial alabando la actuación de nuestro ejército en la batalla contra la mencionada nave. Lo hubiera hecho de no ser por la misteriosa caída simultánea que sufrieron los servidores de las dos redes sociales más importantes. Y sobre todo, lo hubiera hecho, de no haber sucedido cuanto sucedió más tarde.
-Jakobsson- le saludé cuando por fin pude dar con él. -Creo que puede haber un problema- dije entrando con él en una habitación, dónde le expliqué toda la historia.
-Tienes razón mi niña- dijo comprobando en su teléfono móvil que no podía acceder a Friendface.
-¿Crees que?-pregunté francamente asustada.
-No lo sé, desde luego algo está pasando- En la cara de Jakobsson la impasibilidad más absoluta mientras su cerebro pensaba a toda velocidad.


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