No suelo meterme a hablar de temas políticos, fundamentalmente porque no me gustan las discusiones, ni las polémicas, ni nada de nada, pero no he podido evitar la tentación de mandar un mensaje a todos los hipócritas con los que me cruzo por la red. Quizás esté irritable por los exámenes. Espero que lo disfrutéis… o que os cabrée lo suficiente como para escribir una réplica. Todo me vale.
La minifalda de Charlie
Entre el apabullante clamor de apoyo a las víctimas del ataque del pasado día 7 contra la revista satírica Charlie Hebdo no he podido evitar cruzarme con colectivos, sujetos, personas que lanzaban entre líneas el mensaje de “Es que se lo han buscado”.
Por supuesto nadie lo ha dicho textualmente que se lo merecieran. Los eufemismos que he oído han sido que eran racistas, que no eran librepensadores sino parte de los medios de comunicación de masas, que habían trivializado una masacre en Egipto, que Occidente mata cada día cientos o miles de civiles inocentes, y que el islamismo es una religión pacífica, que no se puede confundir a los radicales con la totalidad de la organización.
Pero mi crítica, lo que realmente me parece imperdonable de este tipo de personas es algo que va más allá de sus argumentos. Es la hipocresía del que busca cualquier escusa para mirar para otro lado.
Y me molestáis porque he acabado harto de chocar con gente como vosotros a lo largo de la carrera. En cada caso de violación en que la víctima había bebido o estaba sola por la noche o vestía provocativamente. Y es que siempre hay alguien que ante una víctima de violación termina por preguntarle ¿Cómo ibas vestida aquella noche?
Por que, tenéis razón, estadísticamente es menos probable ser violada si no bebes y no sales sola por las noches, y es menos probable que te conviertas en el blanco de algún ataque si no ofendes la sensibilidad de nadie. Pero eso no atenúa en lo más mínimo la responsabilidad ni la culpabilidad del que decide violar, o emprenderla a disparos contra la redacción de una revista.
Me molestáis, por que que sois los mismos que de niño me contaban que con Franco, si no te metías en problemas, se vivía bien.
Por supuesto, si agachas la cabeza lo suficiente como para no ofender a nadie pasarán tres cosas, primero, vivirás más tranquilo, segundo, te pisarán siempre, tercero, podrás lamerte tu propio escroto con comodidad.
Pero la libertad no se mide así, la libertad no se mide viendo hasta dónde tienes que bajar la cabeza para vivir en paz. La libertad se mide viendo hasta dónde puedes levantarla sin que te la corten.
Pero al final, la mayoría somos cobardes y lo que queremos es sentirnos a salvo, sentir que la desgracia del vecino no puede pasarnos a nosotros, sentir que el mundo tiene sentido, que las cosas pasan por algún motivo, y que tenemos algún control sobre nuestras vida. Si podemos convencernos de que el ataque que sufrieron fue resultado de su racismo, o de su sátira, y nosotros no somos racistas, estamos a salvo, podemos mirar para otro lado, agachar la cabeza, y seguir pensando sólo en nosotros mismos.
Pero mucho más hipócritas son los que acuden a las barbaries que sin duda cometen las potencias occidentales en los países de oriente próximo. ¿Dónde estaba vuestro recuerdo de esas barbaries hace dos semanas? ¿Dónde está vuestro recuerdo de las barbaries que cometen los propios líderes religiosos y políticos en muchos de esos países? ¿Dónde están las manifestaciones en contra de todas esas brutalidades o en contra, por ejemplo, de la explotación infantil en China? Simplemente no existen. Por que al final las únicas tragedias que importan a la mayoría son aquellas que nos afectan directamente.
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