Luz fluorescente

En casa las tensiones se tornaron paulatinamente más apreciables. Las discusiones se volvieron cada vez más comunes, junto con las llamadas de su doctor y su antiguo socio, ambos empeñados en hacerle salir de aquel hogar en el que Jacqueline parecía quererle encerrar.
-¡Odio a ese tipo!- le dijo una mañana dos semanas después de su estancia en el hospital.
-Por mucho que le odies le tengo que salir a caminar-
-Pero a mí no me gusta caminar, y puedes hacer todo el ejercicio que necesites aquí conmigo- Jacqueline se acercó a Elías y le besó agarrándole por el cuello de la camisa.
-Por mucho ejercicio que hagamos el doctor ha insistido en que salga a pasear-
-Como si fuera pasear lo que te interesa- Jacqueline le lanzó una mirada helada a escasos centímetros y volvió a besarle, esta vez de manera más agresiva.
-¿Qué quieres decir?- inquirió él con fingida ignorancia.
-¿No lo sabes?- Jacqueline bajó sus dos manos por el pecho y el vientre arañándole.
-¿No vas a ver a esa arpía de cafetería barata?- le susurró al oído mientras le aferraba fuertemente por la cadera al tiempo que colaba su otra mano por entre los pantalones de este. -¿Me equivoco?- su aliento, entre pegajoso y húmedo se colaba por debajo de su camisa y le erizaba la piel.
-Sólo… salgo a caminar- mintió Elías, que experimentaba dificultades para hablar.
-¿Me lo prometes?- Jacqueline se puso de puntillas, hundiendo su mirada en los ojos de Elías al tiempo que sus uñas suavemente en la piel de este.
-Claro- mintió de nuevo tras tragar saliva.
-Bien- aceptó finalmente con una bocanada de aire a caballo entre lo ponzoñoso y lo sensual.-Pero si vuelves oliendo a esa gatita de vertedero me enfadaré mucho, mucho- añadió en tono juguetón mientras se volvía hacia el sofá contoneándose ostentosamente.

Elías entró en la cafetería como quien se cuela en una fiesta privada, procurando no llamar demasiado la atención y con la cabeza gacha, como para evitar que alguien le reconociera.
-¡Elías!- vociferó Mila. -¿Qué tal estás? Hacía mucho que no te veíamos-
-Lo de siempre, supongo-  sonrió el dueño del bar.
-Bueno… sí… si puedo… después de…-
-Vamos, Vamos, eres un cliente fiel, por lo que a mí respecta puedes desmayarte una vez por mes- dijo en tono rudo y amistoso. –Por el negocio y por Mila, ya sabes que es como una hija, y cuando no vienes se pasa el día suspirando y…- prosiguió.
-¡Bueno! ¡Ya está bien!- Intervino Mila, que lucía un saludable tono manzana. Elías observó al dueño del bar, algo mayor, contemplar a Mila con genuino y asexuado afecto y sonrió. Elías esperó a que Mila terminara de preparar sus desayunos y ambos se sentaron a comérselos en una mesa al azar, ya que la usual hallábase ya ocupada.
-¿Cómo te encuentras hoy?- Los ojos de Mila iban y venían como sin saber donde posarse, destilaban una suerte de leve miedo. Elías bebió un sorbo de café, que por primera vez en muchos años, le pareció quizás demasiado amargo, oscuro y espeso.
-No soy un enfermo al borde de la muerte Mila, sólo alguien que se desmayó- Elías fue también algo más espeso y amargo de lo que le hubiera gustado. –No te preocupes por mí- miró por la ventana mientras la expresión de Mila se entristecía.
-Estuve ojeando los dibujos que me diste- aventuró esta, usando ojear como eufemismo de haber pasado varias horas examinándolos.
-¿Qué había exactamente?- inquirió él sin retirar su mirada de la calle.
-Unos cuantos planos y esquemas a ordenador de piezas de cosas que no sé muy bien qué son, un dibujo precioso del Golden Gate…- Mila hizo una pausa y bebió.
-Sí… las piezas de cosas mayores pueden ser muy abstractas si no estás familiarizado. Incluso si lo estás, pueden hacerte pasar un mal rato cuando no sabes de qué máquina son- respondió Elías.
-También había un par de trabajos a medias…- musitó Mila. –Son como… más… románticos…- Elías no entendía nada de lo que le estaban diciendo y miró a Mila con extrañeza. –Sí bueno… no aparecen piezas ni puentes… sólo… una… una chica- Tartamudeó finalmente Mila, haciendo gala de toda su fortaleza. De los carnosos, más rosados que rojizos, y entreabiertos labios de ella brotaba como a borbotones, siguiendo el ritmo de su respiración, su aliento cálido y tenuemente sexual, que quedaba pegado a la piel de Elías. Mila bajó la mirada y se sonrojó levemente. Elías se extrañó, más que por la escena en sí misma por lo familiar de la misma, empezaba a estar convencido de que había visto esos mismos movimientos en alguna parte.
-Oh… sí… dibujar ha sido siempre uno de mis principales pasatiempos- respondió Elías que no tenía ya el menor recuerdo de aquellos dibujos pero que empezaba a experimentar un cierto vértigo. No se parecía demasiado a la última vez, no obstante, le daba mucho más miedo.
-A mí me han gustado mucho- Susurró Mila con su cálido aliento, a quien no se le habían escapado las considerables similitudes. Al mismo tiempo tomó la taza que estaba frente a ella y bebió. Sus manos, sin estar gastadas, transmitían un cierto cansancio, una suerte de invisibles cicatrices por las adversidades atravesadas. En aquel momento Elías recordó perfectamente los dibujos de los que hablaba Mila y palideció de golpe. Su vida se había convertido, sin darse él cuenta, en la pesadilla de la que llevaba tanto tiempo huyendo. Mila le miró aterrorizada por un segundo, después se levantó y fue hasta su lado. Elías se levantó y miró a la aterrorizada Mila, que casi se preparaba para cogerle si se desvanecía. Sus pupilas dilatadas y brillantes delataban más que su preocupación. A los ojos de ambos comenzaron a acudir, por motivos opuestos, un puñado de lágrimas que no se llegaron a derramar.
-Tengo algo importante que hacer- anunció Elías en tono solemne. Los últimos meses de su vida se habían convertido, en cuestión de segundos, en un oscuro erial de enfermedad y engaño. Mas Mila resulto ser, o mejor dicho resulto seguir siendo un pequeño pero obstinado haz de luz en la misma.
-¿Estás bien?- Mila apoyó una de sus manos en la espalda de Elías y le miró sin entender nada y con toda seguridad mucho más asustada que él.
-Sí…- Elías, que llevaba un rato contemplando la expresión de Mila la besó. Un beso breve y sorpresivo, en un sólo gesto afectuoso y dulce mucho más que sensual. –Nos vemos pronto- se despidió, marchándose cuando a Mila todavía estaba sonrojándose.
Ya en la calle Elías miró al cielo, casi podía oír a Jacqueline maldiciéndole y clamando venganza desde lo más hondo de su locura. Mientras tanto, en sus labios, el vaporoso tacto del que había sido su primer verdadero beso en mucho tiempo había gravado una muy posiblemente estúpida sonrisa en el rostro de nuestro protagonista.

(Sigue…)


Comentarios

Luz fluorescente — 2 comentarios

  1. Spain Muy chulo en relato, tengo ganas de leer el último capitulo.
    Como buen escritor has sabido cortarlo en el momento mas intrigante. Mas te vale publicarlo pronto el último relato!
    Nos vemos!

    • Reserved En realidad es más propio de guionistas de televisión que de escritores… pero gracias de todos modos…. aunque sinceramente no pretendía ser en absoluto intrigante XD. Un saludo hermana.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *