Resurrección V

Como la última actualización cayó en domingo, cosas de publicar cada dos días sin mirar el calendario, os dejo el link de la entrega anterior. Además se me habían acabado los chistecillos. (2 páginas)

Las escaleras daban a una intersección en forma de “T”, lo que convertía aquel enfrentamiento en una batalla a tres bandas. La fuerza invasora tardó varios minutos más que nosotros en aparecer cruzando uno de los corredores, e iniciando una batalla que resultó mucho más rápida que la anterior. En lugar de montar las trincheras móviles a lo largo del pasillo, lo hicieron, formando una pared de un metro de alto, al final de los pasillos. Según me dijo Evans, se habían dado cuenta de que éramos un puñado de novatos y que por lo tanto era mejor diezmarnos a distancia, utilizando la precisión y sangre fría de la que nosotros carecíamos. La situación en aquel punto de defensa estaba mucho más enloquecida que en el anterior. Con los disparos viniendo desde tres direcciones distintas y cruzando nuestra fortificación sin descanso uno no terminaba de saber nunca de donde le venían los disparos. La adrenalina que había corrido por mis venas desde el inicio de la batalla empezaba a diluirse y la tensión y el cansancio físico y mental de aquella prolongada refriega empezaban a hacer mella en mí. Evans por el contrario permanecía todavía tranquilo y centrado. Hacía una hora que había comenzado la refriega.
-Necesitamos ayuda aquí- dijo uno de los soldados del lado derecho- Evans me hizo un gesto y ambos acudimos, junto con un puñado de reclutas a reforzar aquel lado de la fortificación. El ataque enemigo cesó casi por completo al cabo de pocos segundos.
-Están intensificando el fuego en esta zona- Dijo otro desde la barricada frontal. Todos acudimos hacia allí, pero Evans me puso la mano en el hombro y negó con la cabeza. En seguida comprendí que ir corriendo de un lado para otro en base a las acciones enemigas no era la forma más eficiente de combatir, de evitar que te disparen mientras vas corriendo de un puesto a otro.
Oí una detonación  a mi derecha y alguien cayó al suelo, gritando como un cerdo. El segundo puesto había estado bien, dentro de lo que uno puede esperar en el campo de operaciones, éste era un maldito infierno. Con los disparos corriendo como ratones voladores sobre nuestras cabezas y los ocasionales gritos de los heridos resultaba complicado centrarse en el enemigo.
-¡Richardson!- gritó un soldado agachándose junto a uno de los heridos. El pobre sangraba copiosamente por un agujero del pecho. Resultaba evidente que nuestros chalecos, aunque eficaces contra las armas blancas de que pudiera disponer un civil, eran poco más que mantequilla frente al armamento militar.
-¡Mierda Stuart! ¡Te necesito aquí!- Chilló con voz aguda una soldado al que estaba arrodillado junto al moribundo. Estaban tras de mí. Me guarecí, recargué, y volví a la carga.
-Pero Richardson…-farfulló Stuart. La soldado aprovecho unos segundos de intenso fuego en que se refugiaron bajo la trinchera para devolver al tal Stuart a la realidad de la batalla de un nada femenino puñetazo. Felicité a la soldado con una breve sonrisa mientras recargaba, quien me la devolvió antes de que todos, incluyendo el farfullante Stuart, volviéramos a la batalla. Tenía unos intensos ojos ámbar que brillaban con el centelleo de los disparos y que, sin lugar a dudas, hubieran sido preciosos a la cálida luz de las velas. Treinta minutos de disparos, gritos y caos después, y con más de un fluorescente destruido por el fuego cruzado, habían barrido con nosotros.
-¡Maldita sea!- exclamó el oficial al mando del puesto percatándose de la derrota y las bajas que acabábamos de sufrir. – ¡Retirada! ¡Replegaos en la escalera!- añadió. Todos le obedecimos y nos metimos en el hueco de la escalera, frente a cuya puerta se desplegó una barrera defensiva con troneras que nos cubría completamente. Respiré aliviado mientras las primeras hileras de soldados disparaban, dejando relevo a un nuevo grupo de soldados para recargar.

(Sigue aquí…)


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