Resurreción III

Tercera parte que le dedico a mi crítico, por su ayuda con el tema de las batallas. Espero que estéis disfrutando del relato, que se acerca a su ecuador. (2 páginas)

En la inmensidad del cosmos una nave de despliegue de tropas salía de su escondrijo en el Hofstadter, un asteroide de ciclo corto que pasaba junto a la tierra tras cruzar el sistema solar a través del cinturón de asteroides.
-Coronel Alexeyeva, se aproxima una nave- indicó el oficial a cargo de las pantallas de sensores.
-Las comunicaciones están inhabilitadas- añadió el oficial de comunicaciones.
-Características de la nave- solicitó la coronel cumpliendo con el protocolo aún cuando tenía una idea bastante aproximada de cuanto estaba sucediendo.
-Una lanzadera de mediano tamaño, muy rápida como para ser de mercancías, y no esperamos ningún invitado- fue la forma que escogió el oficial para decir que se trataba de una lanzadera de despliegue de tropas.
-Derribadla- sentenció en tono seco la coronel. En el exterior las torretas iniciaron su ataque contra la nave, que volaba casi a ras de suelo, manteniéndose así fuera del alcance de muchas de ellas. Una vez frente al segundo hangar las torretas repetidoras pesadas apuntaron a la desconocida nave y se quedaron inmóviles.
-Equipo de seguridad del hangar dos, tomen la sala de control y activen las torretas-
-El acceso está cortado- comunicó uno de los soldados
-¡Derribad lo que sea!- grito –Entrad ahí y fusilad al maldito traidor de una vez- De poco sirvieron las frenéticas órdenes de Ekaterina. En el escaso tiempo que tardó el equipo de seguridad en echar abajo la puerta de la sala de control del segundo hangar y fusilar al desarmado operario, que les miraba con las manos en alto, la nave desconocida había aterrizado en el hangar y de sus entrañas surgían como a borbotones soldados uniformados de la confederación. El ordenador había quedado destruido por una descarga electromagnética lo que había dejado aquella zona bloqueada. Aquello les haría ganar algo de tiempo, pero les impedía despresurizar todo el sector y mandarles de vuelta al espacio sin nave.
-Sargento 5547E01 a Control, asaltantes uniformados de la confederación de lunas de Júpiter han tomado el hangar dos, solicito protocolos de enfrentamiento, cambio- comunicó el sargento Anderson mientras saludaba con la mano a un oficial enemigo que le devolvió el saludo. Ambos rieron ante lo ridículo de la situación y lo blindado de la cabina en la que Anderson se encontraba. Por megafonía las sirenas enloquecieron al personal civil de la base, que empezó a correr hacia los refugios de los distintos sectores.

-Aquí la comandante Ekaterina Sledgovna Alexeyeva, fuerza hostil detectada en la base. Queda decretado el estado de guerra- se oyó por megafonía con rotundidad. Se organizaron varios puntos de resistencia a lo largo del sector del hangar, amén de otros dispositivos en puntos vitales de la infraestructura, tales como el generador de energía, o la sala de control central. La armería había quedado vacía y la sección de comunicaciones inutilizada, por lo que sus fuerzas operativas fueron enviadas a reforzar otras posiciones, así como los equipos encargados de la protección de los civiles y el soporte vital. Me quedó muy claro que Ekaterina pensaba que habían sido enviados a tomar la base como puesto militar avanzado, y no simplemente para destruirla. Quedé a cargo del cabo Evans junto con un pequeño número de novatos, este a su vez estaba bajo las órdenes del Sargento Velasco, encargado del segundo punto de resistencia del sector del hangar. Durante algunos minutos nos ocupamos en sembrar de obstáculos el camino. El punto elegido para el segundo punto de resistencia era una esquina en el pasillo que conducía a las escaleras de servicio, que, con los ascensores desactivados, eran el único camino hacia la sala de control. Teníamos la ventaja de saber por dónde vendrían, pero era un lugar bastante expuesto. Las dos filas de trincheras relativamente improvisadas nos proporcionarían escasa cobertura, especialmente contra fuego pesado o explosivos. Por lo demás sólo nos quedaba esperar.
-¿Cuanto crees que tardarán?- le pregunté a Evans mientras se asignaban frecuencias a los diferentes fortines por radio.
-Han pasado cinco minutos y medio- me dijo mirando su reloj, que había puesto a cero al recibir la noticia del ataque. –En menos de dos minutos debería caer la puerta del hangar, a partir de ahí, lo que aguante el primer puesto- añadió pensativo. Sincronicé mi reloj con el suyo y esperé. Todos sudábamos como cerdos, muchos permanecían alerta apuntando con sus fusiles al corredor vacío, yo estaba sentado junto a Evans, quien despertaba miradas de odio entre quienes permanecían alerta por estar jugando con un cubo de rubik.

(Sigue aquí…)


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