Sol de primavera

Por fin tenemos aquí el último relato de esta maravillosa saga que, al menos para mí, se ha eternizado considerablemente. Espero que os guste tanto como a mí el mero hecho de haberla terminado. (2 páginas)

Sol de primavera

Al otro lado de la ventana los pájaros aleteaban, contentos de que el invierno hubiera pasado ya cediendo su lugar a una primavera, como suelen serlo todas a orillas del mediterráneo, cálida y apacible. Aún no hacía calor, pero el relativo frío del invierno, que había resultado algo menos crudo para él de lo que hubieran dado a entender los termómetros, era sólo un recuerdo relativamente lejano.
-Muchas gracias Amanda, está bien así- dijo Elías a su asistente. –Y llame para que manden flores a casa, tulipanes, algo colorido y variado- añadió.
-¿Algo en la tarjeta?- preguntó ya en la puerta la servil asistenta.
-Que siento llegar tarde- Amanda hizo un gesto afirmativo y se retiró.
-Bueno Elías ¿qué tal estás hoy? ¿Te vas adaptando bien?- preguntó Juan entrando en la sala al cabo de un rato.
-Llevo meses trabajando, estoy adaptado, así que puedes dejar de preguntarlo todos los días y pasar a preguntarlo una vez por semana- respondió Elías con una sonrisa.
-Perdona es que se me hace extraño volver a verte por aquí todos los días-
-Tenía que controlarte ¿no? De los dos yo soy el que tiene ojo con los clientes-
-No, tú eres el que calcula la resistencia de una estructura sin calculadora- ambos rieron. El resto del día transcurrió con relativa tranquilidad. El trabajo, si bien no escaseaba, tampoco resultaba abrumador, y con Elías de vuelta en el equipo este se llevaba a cabo de manera mucho más eficiente. Ya hacia la hora de comer, Juan pasó a buscar a Elías por su despacho y ambos se fueron a un restaurante que estaba cerca de la oficina que tenían alquilada en el centro.
-¿Cómo están las cosas por casa? ¿Sigue tu idilio con la tal Mila?-
-Estamos pensando en mudarnos a un piso más grande- Elías bebió un sorbo de vino.
-Para qué necesitáis un piso más grande- preguntó Juan con suspicacia.
-Es que queremos que te vengas a vivir con nosotros ¿tú que crees?-
-¿Ella está…?-
-No, pero algún día tendremos que pensar en eso ¿no te parece? Hemos preferido hacerlo con calma y poder buscar bien algún lugar que nos guste-
-Mi chiquitín está creciendo- Juan le pellizcó una mejilla a su amigo. –De todas maneras vais un poco rápido ¿no?-
-Compensa lo despacio que fuimos durante tanto tiempo- Elías se encogió de hombros.
-Que sigas igual de loco, pero apto para trabajar- Las copas chocaron en el aire y ambos bebieron.
En ese momento una deliciosa dama, de aspecto algo desesperado y solitario se acercó a su mesa haciendo gala de una ligereza que hubiera sido la envidia de cualquier gato.
-¿No tendrán por casualidad un teléfono? El mío está sin batería- susurró. Elías miró a Juan con un gesto que habían pactado y este negó con la cabeza.
-Lo siento Jacqueline, no voy a hablar contigo, ya lo sabes- La extraña desapareció sin dejar rastro. Al final había resultado que su peor pesadilla podía contrarrestarse con precaución, un buen amigo, y capacidad para ignorar a mujeres iracundas.
-Es una mujer tenaz… ¿Te pasa a menudo?- preguntó Juan mirándole de reojo.
-Cada vez menos, en el hospital dicen que en poco tiempo debería desaparecer-

(Sigue…)


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *