Tolerancia cero

Hoy iba a publicar alguna estupidez, o nada en absoluto, dado que ayer no tuve tiempo, ni demasiada motivación todo hay que decirlo, para escribir nada. No obstante he decidido, ya que tuve que leérmelo para el examen de ayer, proponeros un viaje por los, si no sorprendentes, si curiosos orígenes de este término que tanto han usado los políticos y tan poco han respetado su significado original. (1 página)

Antes de nada aclarar un término que será necesario a lo largo de esta breve introducción.

Control social informal: Personas o elementos que ayudan a prevenir la delincuencia sin que esa sea su función profesional. Por ejemplo los vecinos o la familia. Esto no significa que estas personas padezcan una obsesión malsana o monten patrullas vecinales, si no que durante el ejercicio de sus actividades rutinarias llevan a cabo, a menudo sin quererlo ni darse cuenta, un control de su entorno más inmediato. Está fuera de toda duda que es este control, más que el realizado por la policía, control social formal, el que ayuda a mantener bajas las taras de criminalidad.

Pues bien, la historia de este concepto se remonta hasta lo que se conoce como la teoría de los cristales rotos (Broken windows theory) se suele explicar mediante al siguiente ejemplo, un experimento llevado a cabo por sus desarrolladores. Se observó que, mientras el coche estaba en buen estado no era objetivo de acciones vandálicas o delictivas. No obstante, tras romperle un cristal empezó a sufrir deterioros con mayor asiduidad, tales como el robo de ruedas o la rotura de faros y otros cristales.
Más allá del ejemplo concreto la hipótesis criminológica es la siguiente. En primer lugar tenemos zonas deterioradas a las que la gente no acude, lo que supone un descenso del control informal, y repercute en mayores y más frecuentes actos delictivos, que normalmente empiezan por delitos leves y va aumentando, lo que deteriora más las zonas y hace que cada vez menos gente acuda al lugar, y así sucesivamente. La idea es pues tratar de evitar el deterioro de determinadas zonas y atajar los pequeños delitos en dichas zonas para evitar la escalada criminal. No obstante, y esto es lo verdaderamente significativo, este enfoque no propone mayores penas ni castigos más duros, sino en la idea de que ocupándose de estos se puede prevenir una posible escalada criminal en una zona o barrio concreto.

El término tolerancia cero se acuñó a posteriori, y en inglés, en la lucha contra el crimen en la ciudad de Nueva York durante los 90 por el alcalde Guliani. Así pues hizo que la policía vigilara y castigara más duramente delitos como colarse en el metro, orinar o beber en público, y demás delitos menores ya actos vandálicos. El caso es que, aunque la cosa tiene truco, tal y como veremos más adelante, la reducción de los delitos leves así como de los graves durante esos años fue muy significativa. Este contundente éxito, unido al gancho político del concepto, ha hecho que se haya extendido por todo el mundo, aplicándose a toda clase de temas, desde el tráfico y el consumo de drogas, hasta los delitos de tráfico, sin olvidar los anuncios contra la violencia de género, de los que, por cierto, nos dedicamos a despotricar como parte de la materia del curso. El caso es que, paulatinamente, ha ido significando cada vez más, castigar duramente a todos los infractores o practicantes de la actitud que se busca erradicar, y menos el propiciar los factores para que exista un control social informal eficaz.

El truco, que os avanzaba, sobre el éxito de las políticas de tolerancia cero en la ciudad de Nueva York, es que las tasas de criminalidad se redujeron en todo Estados Unidos a lo largo de la década de los 90 con independencia de las políticas de seguridad aplicadas. Esto se debió pues, a cambios estructurales tanto en la población como en el estilo y el nivel de vida. Un ejemplo, el más estructural si se quiere, de factor que se cree afectó al descenso de la criminalidad es que durante aquellos años el colectivo de varones entre los 16 y los 24 años, en que están incluidos la mayor parte de delincuentes.

Otra crítica que se le puede hacer a esta línea de actuación, es que olvida que la delincuencia es un fenómeno complejo sobre el que inciden múltiples factores, la mayoría de ellos no relacionados directamente con la delincuencia y la lucha contra el delito. Conforme pasa el tiempo y se avanza en los distintos estudios más teorías aparecen que relacionan la criminalidad con aspectos sociológicos y estructurales de las sociedades, y menos que estén directamente relacionados con la policía o los tribunales. Con esto no pretendo desmerecer a ninguna de las dos necesarias instituciones, sino hacer hincapié en lo erróneo de la actitud de algunos grupos sociales y políticos que centran toda su acción en ellas.

En conclusión, y como ya se traslucía en la primera reseña que publiqué, el concepto tolerancia cero, pese a su gran difusión en los medios y en el mundo político, y su gancho social, es un concepto muy criticado desde la perspectiva científica, que procura estudiar y tratar la criminalidad como el fenómeno complejo que es. Personalmente me gustaría terminar recalcando un hecho que muchos parecen y parecemos olvidar. La criminalidad cero no existe, nunca existió, y jamás llegará a existir, por cada norma que se genera aparece un infractor, y si bien la lucha contra ella es necesaria, debemos tener claro que es una guerra perdida en la que no se puede aplicar el concepto “a cualquier precio”. No recuerdo de quien es la frase pero creo que la frase en sí es digna de ser recordada por todos aquellos que nos queremos dedicar, y aquellos que se dedican a hablar, sobre seguridad y delincuencia. La delincuencia es un producto normal de la sociedad, no una patología de esta.


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